Bruselas

Encallados

La Razón
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Las vacaciones navideñas siempre constituyen un paréntesis en la actualidad política. Los líderes, unos más que otros, se toman algunos días de vacaciones y los periodistas llenan el grueso de sus crónicas con las noticias obligadas como la lotería nacional, balance del año o sucesos inesperados.

Pero la vuelta a la normalidad viene de la mano de la rutina y es cuando todo el mundo se da cuenta de que aparcar los problemas en un cajón no los soluciona, los enquista, resultando mayor el hastío, si cabe.

Podrá suponer unas décimas de alivio que la cuestión catalana haya rebajado su presencia en los informativos durante un par de semanas, pero el aterrizaje en el nuevo año ha traído peores expectativas que el anterior.

Los independentistas están cada vez más divididos entre ellos y arrinconados por el Estado de Derecho. La pugna entre los partidarios del Sr. Puigdemont y los del Sr. Junqueras ha sufrido un vuelco con saldo negativo para ambos bandos.

La decisión del Tribunal Supremo de denegar la petición de puesta en libertad del líder de Esquerra es muy relevante desde el punto de vista de vista jurídico, pero también lo son sus consecuencias políticas.

En el Alto Tribunal no hay fisura alguna, la consecuencia judicial es que si aparece el Sr. Puigdemont en el Parlament para ser investido será detenido y, además, ingresará en prisión en condiciones idénticas al Sr. Junqueras. La judicatura se mantendrá firme y ajena a otros intereses.

Los ex convergentes podrían intentar la jugada circense de que su líder fuese investido por vía telemática desde Bruselas. Para ello, previamente, deberían haber obtenido mayoría en la elección del presidente del Parlament y en la propia Mesa, ya que son los órganos responsables de interpretar si esa fórmula se ajusta al reglamento de la Cámara catalana.

Sin embargo, con 3 diputados encarcelados y 5 huidos del país, no parece que vaya a ser sencillo para los independentistas lograr esa mayoría. En resumen, tanto Junts per Catalunya como ERC, que han competido por la presidencia a patadas por debajo de la mesa, se han quedado ambos sin candidatos.

Los demás no están mucho mejor, Ciudadanos sigue detrás de la roca sin mover un dedo para formar gobierno, entre el no saber qué hacer por falta de experiencia y una idea equivocada de cómo se logra la supervivencia en política.

Todos los acontecimientos se van alineando en torno a unas nuevas elecciones. Podría parecer una penitencia de los españoles en los últimos años, pero no es más que el resultado de que populismos y nacionalismos hayan encendido la mecha de la fragmentación y de la división.

Si, finalmente, los catalanes tienen que volver a las urnas, los independentistas deberán decidir qué hacen con sus líderes y con sus candidaturas, Ciudadanos se enfrentará a otra prueba de fuego, pero con el desgaste de que votarles no ha sido útil para nadie. El Partido Popular puede insistir en su candidato, pero ya no quedará empedrado al que echarle la culpa y el Sr. Rajoy no estará para muchas bromas.

Por su parte, el PSC ha sido muy decisivo en los procesos internos socialistas pero irrelevante socialmente en Cataluña. La ambigüedad de algunos dirigentes socialistas catalanes ha sido castigada por los electores, pero modelaron algunos mensajes que, afortunadamente, hoy han sido enterrados, como el de «nación de naciones».

Por ello, se han producido algunas retiradas, como la de la Sra. Parlón o la del Sr. Pérez Tapias, que se sienten engañados. Tanto que si hay repetición de elecciones, como si no, el PSOE debe decidir su futuro, no sólo en Cataluña, sino en el resto de España.