Iñaki Zaragüeta
Engañabobos
Más de dos mil años después, Cicerón volvería a asombrar con su oratoria a propósito del engañabobos Brian Currin. Su primera Catilinaria comenzaría «Qousque tandem, Currin, abutere patientia nostra? Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? ¿hasta cuándo, Currin, abusarás de nuestra paciencia? ¿hasta cuándo esta locura tuya se burlará de nosotros?». Soy consciente de que Roma, como dice mi amigo Rogelio, no pasó por Euskadi, pero el «chuleo» del abogado surafricano al PNV y a la izquierda abertzale clama al cielo. ¿Cuántas cosas podrían haberse hecho con los millones que se le han pagado. ¿Para qué? Para nada. Ni ha logrado internacionalizar el conflicto, ni ha conseguido doblegar al Estado, ni ha liberado a los presos, ni nada más allá de un buen yantar cada vez que visita aquella hermosa tierra. Las reflexiones del Grupo Internacional de Contacto, si no fuera por la gravedad del asunto, producen estupor. ¿Qué quiere decir «reflexión realizada en torno a la necesidad de impulsar el proceso y la trayectoria mostrada hasta ahora por parte del colectivo de presos»...? y desde luego no pueden estar más alejadas de lo que se entiende por el deseo la solución de un conflicto.
El descaro de Brian Currin y su coro de mariachis alcanza tintes de agravio, por no decir de escándalo. Su posición y propuestas se encuentran identificadas con los postulados de ETA y del mundo abertzale, una posición que ningún Estado de Derecho, en este caso ni España ni Francia, pueden considerar ni mucho menos aceptar. Su final feliz desemboca en la independencia, en lugar aquella gran frase de Gandhi de «no hay camino para la paz, la paz es el camino». Así es la vida.
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