Restringido

Entorpecer la inversión

La Razón
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Mientras algunos políticos se dedican a poner semáforos paritarios y se indignan porque el Congreso se llama «de los diputados», mientras se reparten ceniceros de papel a deportistas de élite y se llama a hacer coaliciones de gasto como si el dinero cayera del cielo, nos olvidamos de tres datos que deberían alarmar a cualquier representante público.

La inversión, es decir, la formación bruta de capital fijo, ha pasado de crecer a ritmos cercanos al 2% en la segunda mitad de 2015 a menos de un 0,3% desde enero de 2016. Fitch, la agencia de calificación más prudente y diplomática, considera casi imposible que el PIB español crezca a ritmo del 0,8% en un trimestre en los próximos años. En dos meses se han paralizado, en ciudades gobernadas por coaliciones «del cambio», más de 3.500 millones de euros en proyectos de inversión que hubieran generado hasta 5.000 puestos de trabajo.

La UE ya ha alertado en varias ocasiones de que se debe hacer un esfuerzo adicional de reducir el gasto de las comunidades autónomas ante la probabilidad de incumplir el déficit. Sin embargo, casi ninguno de estos políticos que se llaman a sí mismos «la gente» o «el pueblo» parece preocupado de que sus palabras y amenazas supongan menos inversión, menos empleo y menor crecimiento. Porque ellos van a redistribuir la nada, pero muy bien.

Ningún político se siente responsable de entorpecer la inversión, porque asume que arriesgar dinero en nuestro país y crear empleo es una especie de favor que ellos nos conceden. Debemos estar agradecidos de que nos permitan invertir. La irresponsabilidad que supone hacer constantes llamadas a revertir todas las reformas, a subir impuestos para sostener mayor gasto burocrático y a amenazar con mayores escollos a la inversión no tiene coste político.

Sin embargo, tiene un coste muy elevado. Y ya es evidente. Lo venimos alertando desde esta columna desde hace tiempo. Sin inversión y mayor creación de empresas no hay gasto social ni no-social que valga. Tenemos una neocasta que jamás ha gestionado un presupuesto, creado una empresa o un puesto de trabajo con su ahorro y esfuerzo. Una neocasta de aristócratas del gasto público que nunca ha creado valor pero sabe perfectamente cuánto debe usted ganar y qué margen es adecuado. Y que olvida lo más importante. Para que exista Estado del Bienestar y sector público hace falta un detalle: ingresos del sector privado. Su sonrisa, nuestra quiebra.