Martín Prieto
Entre cómicos y sicalípticos
Nuestro Gumersindo de Azcárate sentenciaba que la profesión de político contrasta con todas las demás en que no le afecta la necesidad general a todas de estudio, trabajo y preparación. No es esta cosa de nuestros días. Antaño el primogénito administraba la hacienda, el segundón era destinado a la Iglesia, el tercerón a la milicia y el último o el más desavisado de entre ellos, a «la cosa pública» por sí podía rentarse un porvenir. Bacon, filósofo de la Inglaterra isabelina, tenía en cosa difícil y ardua ser político, y les catalogaba tres servidumbres: del soberano o el Estado, de la fama y de los negocios. Pero el largo descrédito de la política democrática no debe conducir al nihilismo porque desde Pericles no hemos inventado nada mejor para administrar las sociedades. Ya hace años que el cómico francés Coluche intentó el asalto al Elyseo sin fortuna pero con sorprendentes resultados. Hoy el juego de dados de la política italiana hace improbable pero posible la conjunción entre el humorista Beppe Grillo (el Movimiento Cinco Estrellas que ya gobierna Sicilia y Parma ) y el «bunga-bunga» de Berlusconi, el vicio y la desfachatez para sacar a la bota europea de su crisis. El viejo y serio Monti no despierta entusiasmos y una de sus ministras lloró anunciando los recortes sociales. Será primero un hombre del aparato, Bersani, que saltó del comunismo a la socialdemocracia sin arrugarse el traje mental. En Argentina acuñaron el «Que se vayan todos» y aquí el «Sí, se puede» traslación del «Yes, we can» lema con el que Obama ganó sus primeras elecciones. El dilema es que no se puede, ni podemos echarlos a todos. Hay que tirar con el carro de los viejos partidos, con todas sus falencias, hasta que un día deje de llover y podamos remozarlos abundando en una democracia más real y participativa. El Sistema es muy deficiente pero el Antisistema es el caos y el dominio de las banderías. A menos, que como a los italianos, nos plazca vivir sin gobierno al albur de lo que cada ciudadano pueda medrar. En verdad que a los vecinos no les ha ido demasiado mal.
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