Alfonso Ussía

Entregas y mensajes

Como viejo amigo de Pedro J. Ramírez, en mi condición de suscriptor del diario «El Mundo» y finalmente como ciudadano ávido de estar bien informado de lo que acontece en España, me atrevo a pedir que las informaciones relacionadas con los soplos y entregas documentales de Bárcenas nos lleguen a los lectores en su totalidad, de golpe, y no por entregas. Al paso que vamos, lo del tesorero presumiblemente trincón del Partido Popular va a superar en «El Mundo» a la telenovela de Antena-3 «El Secreto de Puente Viejo», del que me dicen se han emitido más de mil capítulos y faltan todavía quinientos para que capturen a la mujer rica y mala que, me apuesto lo que quieran, va a terminar muy mal. La novela de Gabriel García Márquez, «Cien años de soledad», que es un milagro literario, una fuente de imágenes y palabras insuperable y una delicia constante para quienes disfrutan con la belleza del lenguaje, le molestaba a Borges. Mencioné al formidable escritor argentino pocos días atrás recordando su memez acerca de «Don Quijote». Borges leyó la obra suprema de Cervantes y de la literatura universal en francés, y le gustó. Al ilustre porteño le molestó la maravilla de García Márquez, y cuando le pidieron su opinión se manifestó igualmente generoso con el colombiano que con Cervantes. «Muy linda novela, pero le sobran setenta y cinco años. Veinticinco años de soledad son suficientes». Lo decía el gran Luis Escobar, el inolvidable «Panzas», de las novelas radiofónicas de Sautier Casaseca. «Son estupendas. Dejas de oír mil capítulos, y todo sigue igual».

Ignoro qué sorpresas guarda Pedro Jota concernientes a Bárcenas y a su extraña relación con tan turbio individuos, pero de tener pruebas o indicios documentados en espera de ser publicados, creo que su obligación es hacerlos públicos sin alargar el caso como si de una telenovela trituradora se tratara.

Lo de los mensajes es demoledor. Más para Bárcenas que para Rajoy, que en el fondo, a nada se compromete. Se limita a pedirle a Bárcenas resistencia y a prometerle llamadas que nunca se produjeron. Pero Bárcenas queda muy mal, porque los mensajes no se guardan. Un tipo que guarda un mensaje o SMS pensando que en el futuro puede constituir una prueba acusatoria o exculpatoria, es un pájaro de poco fiar. No defiendo a Rajoy, cuyo silencio me abruma. Más que decepcionante, su postura se me antoja intolerable. Ahí se mueve, entre Arriola y Bárcenas, como un muñeco aparentemente vapuleado. Puede resultar que, a la postre, su postura sea la inteligente, pero la ciudadanía exige una contundente e inmediata explicación. No tiene a Cánovas ni a Silvela para sacarle las castañas del fuego. Y Floriano no sirve. Además, aunque sirviera, Floriano no puede sustituir a Rajoy en el arte de la justificación, porque Rajoy y sólo Rajoy es el máximo responsable de cuanto acaece.

Javier Gómez de Liaño, sádicamente machacado por la Injusticia oficial, fue un gran juez antaño, y es en la actualidad un prestigioso abogado y un señor como la copa de un pino. Lo va a pasar muy mal con este cliente, que es un mentiroso y un desleal. Sus abogados anteriores se sintieron traicionados, vejados y humillados cuando comprobaron que para defender a su cliente tenían que leer «El Mundo». Si Rajoy ha cometido graves irregularidades, tiene la obligación de hablar. Aguarda sus palabras una nación entera. Si Bárcenas es un sinvergüenza, se demostrará o no próximamente. Pero no considero aceptable ni lógico que un sistema mejorable, pero hasta la fecha no mejorado por ningún otro, esté a un paso de ser pulverizado por un encarcelado millonario y un medio de enorme influencia. No serán un Gobierno ni un Presidente del Gobierno los que caigan si tienen que caer. Será un sistema, y lo que puede venir después, nos retrotrae a épocas tan viles como difíciles. El hombre es el único animal que tropieza en la misma piedra dos veces. Y el español, el único que lo hace cada vez que la piedra está en su camino. No son los documentos ofrecidos por un preso mentiroso pruebas de limpia credibilidad. Esos mensajes, también al juez y no al periodista. Los medios de comunicacion no pueden ser juez y parte. Y los presidentes del Gobierno mudos tienen que saber, que aun desde la inocencia, sus silencios se convierten en evidencias contundentes contra su honorabilidad.