Cástor Díaz Barrado

Escocia

La política exterior británica no acierta en sus decisiones. El estancamiento en las posiciones del Gobierno del Reino Unido es clamoroso y este país tendrá grandes dificultades en el futuro para encontrar un lugar apropiado en la escena internacional. La convocatoria de un referéndum sobre la independencia de Escocia añade muchas más incertidumbres al papel que debe jugar Gran Bretaña en el mundo, a pesar de que parece cierto que dicha convocatoria se basa en la certeza de que la independencia de los escoceses no se producirá en modo alguno. Pero no es momento de la disgregación de los estados sino, por el contrario, de la plena integración de los países de Europa en un proyecto común y solidario. Ahora más que nunca hay que dar pasos decisivos en la integración europea y en la pérdida a raudales de la soberanía nacional. El Reino Unido, sin embargo, apuesta por la indefinición tanto en lo relativo a su pertenencia en el seno de la Unión Europea como en la consolidación de un estado fuerte que favorezca una Europa sin fisuras. Aunque nada se puede prever en la sociedad internacional, los escoceses apostarán, con seguridad, por continuar en el Reino Unido, pero la celebración de esta elección no ha sido, en modo alguno, un componente de estabilidad en los frágiles equilibrios que configuran, en la actualidad, la realidad de Europa. Nada tienen que ver las posiciones separatistas con el derecho a la autodeterminación de los pueblos y los sistemas democráticos no amparan, en todos los casos, los fenómenos de fragmentación. Aunque faltan pocos días para el referéndum en Escocia se puede decir que se ha sentado un mal precedente en las relaciones internacionales. La experiencia de los últimos años ha puesto de relieve que los intentos de separación y las anexiones sólo han traído consigo una gran inestabilidad y el empobrecimiento de las sociedades. La convocatoria de esta consulta en Escocia no es un asunto puramente interno sino que trasciende y se configura como un aspecto muy relevante de la política internacional. La integridad territorial de los estados representa hoy la integración de Europa y, sobre todo, la continuidad de un proyecto basado en el bienestar y en la instauración de un sólido sistema económico y social. El objetivo no es que los países europeos se fragmenten sino que pierdan en su conjunto la capacidad de decidir, para que ésta sea asumida en el marco de la Unión Europea. Hay que desterrar, por fin, la tendencia que se da en muchos países europeos hacia la disgregación.