César Vidal
... Eso segará
Fue Pablo de Tarso el que lo escribió en torno al año 50 de nuestra era: «Lo que uno sembrare, eso segará». Las palabras del apóstol tenían una notable lógica al advertir de las consecuencias de las propias acciones a algunos de sus conversos recientes en Asia Menor. Con todo, resultan de aplicación universal. No podemos escapar de las derivaciones de nuestros actos y, precisamente por ello, deberíamos ser muy cuidadosos a la hora de adoptar ciertas decisiones. Hace pocos años, en un ejercicio de irresponsabilidad notable, se adoptó la tesis de que a la caída de las dictaduras históricas del mundo árabe le sucedería una primavera de democracia. Algunos advertimos entonces de que lo que vendría un invierno de integrismo y, por desgracia, no nos equivocamos. La dictadura de Assad es repugnante, pero la intervención para derribarla –fundamentalmente para expulsar a Rusia del Mediterráneo– ha resultado en males mucho mayores. Podríamos sumar los ejemplos de Libia, de Irak o de Afganistán. No sólo eso. El mismo ISIS o Estado islámico no es sino el producto de maniobras propias de aprendices de brujo que creyeron que podrían utilizarlo para neutralizar a Hizbullah sin medir adecuadamente lo que sobrevendría después. Pues bien, los frutos de nuestros errores ya han llegado a nuestras fronteras. Las víctimas no se han quedado, como en casos anteriores, en Jordania, Egipto, Siria o Líbano. Hemos alterado de tal manera la zona que ya golpean las puertas de Europa en busca de protección de catástrofes pavorosas surgidas casi de la nada, pero con nuestra colaboración como aliados. No nos engañemos. Carecemos de la capacidad suficiente para acoger a los millones de desplazados y los que juegan a la demagogia para tener credibilidad deberían empezar por abrir sus domicilios particulares a los que llegan y compartir con ellos sus nóminas. Sólo Dios sabe en qué concluirá la trayectoria de un continente que ha decidido no tener hijos –el caso español es el más patético de todos– y que se ve literalmente asaltado por los que intentan, comprensiblemente, salvarse de tragedias horribles. Lo que, sin embargo, no admite discusión alguna es que o en el futuro meditamos más en todas y cada una de las decisiones susceptibles de alterar el mapa político del globo o aceptamos vernos anegados por oleadas de sirios, iraquíes o –no lo duden ustedes – ucranianos. Y luego de nada servirán lloros ni lamentaciones porque lo que siembra, como señaló sensatamente el apóstol de los gentiles, es lo que se recoge.
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