César Vidal
Ésos son tus hermanos
Sin duda, todos los que lean esta columna han contemplado en distintas ocasiones siquiera algo del Holocausto, ese pavoroso océano de maldad en que fueron exterminados millones de judíos. Tampoco faltarán los que rememoren horrorizados la experiencia de musulmanes muertos y huidos por culpa de potencias extranjeras, dictadores o correligionarios. En uno y en otro caso, la solidaridad se manifiesta en el seno de sus respectivas confesiones. Yo aplaudo de corazón el que musulmanes y judíos defiendan a sus correligionarios. A la vez, me horroriza el silencio en relación con la persecución de los cristianos. En la actualidad, los cristianos son el grupo humano más perseguido, atacado y utilizado como objetivo de abusos, torturas y asesinatos. Durante años han sido exterminados literalmente en Iraq y Siria, pero casi nadie abrió la boca hasta que Rusia apareció por Alepo para combatir a los terroristas islámicos. Los países perseguidores representan más de la mitad del censo mundial de naciones. Más del centenar. A la cabeza está Corea del Norte que, siendo la peor dictadura del globo, se salva de invasiones porque en lugar de petróleo tiene armamento nuclear. Luego vienen las naciones islámicas tan celosas de la libertad religiosa en Occidente y, por regla general, tan poco respetuosas de la misma en su territorio. Sigue Asia donde incluso hindúes y budistas, tan pacíficos a juicio de los ignorantes occidentales, no tienen empacho en encarcelar, torturar y dar muerte a los cristianos. Culmina en naciones más cercanas como Colombia o México donde no faltan las arremetidas contra cristianos considerados disidentes o ubicados en zonas controladas por la guerrilla. Todo ello, claro está, sin contar con no pocas fuerzas políticas y legislaciones en Occidente que se complacen en acosar a los cristianos por mero odio sectario. Los informes al respecto sobran. Hace unos meses John Kerry publicaba el relativo al Genocidio contra los cristianos en Oriente Medio; unos días atrás, Puertas Abiertas, campeona en la defensa de los cristianos perseguidos desde hace décadas, proporcionaba cifras escalofriantes. En conjunto, más de doscientos millones de seres humanos sufren el horror únicamente por ser cristianos. Lo que más me sobrecoge no es sólo la persecución sino también el desdén, el silencio y la indiferencia de aquellos que, en teoría al menos, son hermanos de los que padecen, lloran y mueren.
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