César Lumbreras

España huele a pueblo

Si hay unos días en los que España huele a pueblo, como reza el estribillo de la entrañable canción de Benito Moreno, esos son ayer y hoy, en los que se celebran la Asunción de la Virgen y San Roque. Durante estas dos jornadas, casi la mitad de las localidades de nuestro país celebran sus fiestas patronales. Son días en los que las calles de aldeas pequeñas y pueblos más grandes se llenan de bullicio, niños, jóvenes y mayores. Hay vida. Nada que ver con lo que sucede en esos mismos lugares durante los duros meses de otoño y de invierno.

A los que tenemos la suerte de ser de pueblo, y que ya hemos pasado del medio siglo de vida, con la llegada de estos días nos invade una cierta sensación de nostalgia, al recordar cómo eran las fiestas de nuestra adolescencia. Uno de los hechos que tengo grabados en mi memoria es la presencia constante de la música a lo largo de toda la jornada, que comenzaba con la «alborea» y terminaba ya de madrugada con la «velada»; en medio, los músicos acompañaban la procesión con las correspondientes danzas delante del patrón y la patrona, el baile del mediodía, también conocido como del «vermut», y el de antes de cenar. Estos dos últimos han pasado a mejor vida por los cambios que se han ido registrando a lo largo de los últimos años. Otro ha sido la introducción de los llamados mercados medievales, que han proliferado como hongos. En el último medio siglo España ha cambiado mucho y las fiestas de nuestros pueblos no podían ser ajenas a ello. Afortunadamente lo que todavía no ha cambiado es que durante unos días al año «España sigue oliendo a pueblo».