Alfonso Merlos

España, más que nunca

Jamás como ahora. Es el momento de la concordia, de la colaboración, del entendimiento, de sumar voluntades y capacidades y esfuerzos. De hacer aquello en lo que de forma manifiesta podemos mejorar. De acabar no con eso que llaman los bobos «tensiones territoriales», sino con el malestar que se ha generado por razones obvias de un tiempo a esta parte entre compatriotas que quieren desguazar España (¡ay las ruidosas minorías!) y compatriotas que buscan, simplemente, defenderla.

Es una regla general. Cuando quienes viajan en una misma nave deciden remar en la misma dirección, con fuerza, con ilusión, con ritmo, el viaje es mejor. Se llega hasta puertos más lejanos, con más destacados resultados, en más atractivas condiciones. Cuando se impone la gresca, cuando impera la pelea, cuando triunfa la discusión absurda se abre el camino para el fracaso, el suicidio colectivo. Primero, la frustración; luego la derrota.

Estamos en un momento óptimo para pensar (¡ahora o nunca!) en lo mucho que nos estamos jugando: como proyecto, como nación, el futuro de nuestros hijos y nuestros nietos, el bienestar de generaciones enteras. Y no estamos para perder el tiempo o, peor con diferencia, debilitarnos como país.

España no se entiende sin Cataluña. Tampoco Cataluña sin España. No hay cosa que más convenga que poner en valor todo lo que nos une y desterrar lo que nos separa. Aunque haya especialistas del enredo, el insulto, la división, la cizaña, somos muchísimos más los que creemos en la unidad nacional como bien moral que a todos pertenece y que todos hemos de trabajar para salvaguardar. Lo vamos a conseguir. Alejando a los que chillan. Sin estridencias. Por las buenas.