Julián Redondo
Esperando a Jesé
Antes del Mundial de Brasil, la victoria sobre Bielorrusia habría sido un hecho de lo más natural, otro paso hacia una clasificación inmaculada. Tampoco es que el 3-0 del Nuevo Colombino salga en hombros de la excepcionalidad; pero agrada, tranquiliza y consuela. Ausencias señaladas, novedosas incorporaciones y marejadas varias aconsejaban cautela en los pronósticos; lo imprescindible era ganar. España venció y convenció. Razones hay para el optimismo ahora que la revolución está en marcha y la mezcla de veteranos y noveles resulta alentadora. Lo mejor de todo fue la irrupción estelar de Isco, en la línea de los últimos partidos que ha disputado con el Madrid; a lo que hay que añadir, para que no parezca que sólo jugó él, la consolidación de Koke, la ostensible mejoría de Alba, la seriedad del tándem Ramos-Piqué, el auge de Busquets, el liderazgo de Cazorla, el recital de Juanfran en la banda derecha y el trabajo de Pedro y Alcácer, el valencianista, menos brillante y efectivo por la ausencia de Diego Costa, el compañero que arrastra a los defensas y le abre espacios.
Bruno, Morata y Callejón no desentonaron, al contrario, y son piezas que el seleccionador va a manejar en los planes de futuro; pero hay más sucesores. Falta Thiago, a quien una cadena de lesiones impide demostrar que puede ser el relevo de Xavi, y falta Jesé; por ahora, en el Madrid; luego, seguro, en la Selección. El canario agota los plazos de recuperación; cuando hace ocho meses cayó lesionado contra el Schalke, era un portento que cubría las ausencias de Bale, entonces renqueante. Isco también ha surgido imparable con el galés en la enfermería. Con Gareth de vuelta, el malagueño compite por un puesto con James mientras Jesé llama a la puerta. El talento nunca sobra; en el Madrid, rebosa, de ahí el «problema»: ¿dispondrá Jesé de los minutos necesarios para reinventarse, o cederlo no sería tan descabellado? Ancelotti, el reparador, tiene la palabra.
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