Elecciones municipales

Esperanza

La Razón
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Es igual de inadmisible que se hable sólo de los aspectos negativos en la trayectoria política de Esperanza Aguirre, como lo era en otros tiempos decir que todo lo que hacía era estupendo. Pero lo más indecente es que algunos de los que hoy actúan como «hienas» son los mismos que la adularon exageradamente en otra época. En una carrera política tan larga hubo muchas cosas buenas y otras malas; como en la vida de cualquier persona no todo es blanco o negro, hay luces y sombras.

Antes de su candidatura a la Presidencia de la Comunidad de Madrid ya había tenido puestos de gran responsabilidad: Concejal del Ayuntamiento de Madrid, Ministra de Educación y Presidenta del Senado; pero desde el 2003 se ha desarrollado la etapa más importante de su carrera política. El 7 de julio de 2002 Aznar comunicó a Ruiz-Gallardón que sería candidato a la Alcaldía de Madrid, y Esperanza Aguirre a la Presidencia de la Comunidad de Madrid –después de oír la opinión de Gallardón, coincidente con esa decisión–. Ganó las elecciones de mayo de 2003, pero sin mayoría absoluta, por lo que parecía que el socialista Simancas sería Presidente con el apoyo de IU, hasta que un episodio inesperado, el «tamayazo», lo cambia todo. Hay que condenar siempre, reitero, siempre a los que traicionan a su partido, sea el tuyo o el de tus adversarios. Sin embargo Esperanza Aguirre no entendió, incluso lo calificó como una «faena», el gesto de Gallardón, que también había sufrido las consecuencias de otro caso de transfuguismo, cuando se ausentó de un Pleno durante la intervención de un tránsfuga.

A partir de aquellos sucesos que llevaron a la convocatoria de unas nuevas elecciones, que ganó con mayoría absoluta, se siguieron produciendo situaciones, algunas absurdas e intrascendentes, otras más importantes, difíciles de entender. No son los aplausos ni los apoyos interesados que tuvo, ni la demagogia ni el odio que se palpa en estos días los más adecuados para valorar la gestión de sus gobiernos. Son los madrileños y otros españoles los que han comprobado la altísima calidad de los servicios que han recibido y reciben, consecuencia del trabajo de los gobiernos de Aguirre y de mucha gente. Aunque también es una realidad que hay que esperar a que las sentencias judiciales determinen si hubo delitos o no en los hechos que se están investigando.

La dimisión de Esperanza Aguirre se ha producido después de que el juez Velasco ordenara el ingreso en prisión de Ignacio González, la persona con más poder y más cercana que ha tenido en política, y al que, como injustamente ocurre en tantas ocasiones, no se le está respetando un derecho fundamental, la presunción de inocencia. Hubo muchos años para hacer las críticas por las actuaciones con las que no se estuviera de acuerdo. Era entonces, siendo Presidenta de la Comunidad y del Partido Popular de Madrid, cuando procedía y tenía sentido manifestar las discrepancias. Hay que compartir lo que dice: «Yo no me callo», y también hay que dejar que los demás puedan hablar, aunque no nos guste lo que digan. Ahora, cuando ha dejado la política y su situación no es precisamente fuerte, algunos se ensañan de forma intolerable, inventando un relato falso en el que todo lo que hizo fue malo. Que le vaya bien en esta nueva etapa de su vida es lo hay que desearle y le deseo.