César Lumbreras

Esperpento caótico...

O caos esperpéntico. Eso es en lo que se ha convertido la recta final del doble proceso negociador, del que depende el dinero que recibirán en concepto de ayudas los agricultores y ganaderos españoles entre 2014 y 2020. Es la consecuencia de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, que otorga poder de veto al Parlamento Europeo en cuestiones de política agraria o en el presupuesto de la UE. Después de que los jefes de Estado y de Gobierno alcanzasen su acuerdo sobre el Marco Financiero a finales de febrero, comenzaron las reuniones trilaterales y la semana pasada se logró una «especie de preacuerdo» entre el Consejo y el Parlamento, que debe ser ratificado todavía por las dos instituciones.

El tema se abordará mañana en Luxemburgo por los ministros de Exteriores. En lo que respecta a la PAC, el lío es también monumental, porque los eurodiputados han estado a punto de no acudir a la reunión con los miembros del Consejo Agrícola convocada para hoy, porque no se habían acercado las posiciones lo suficiente. Otro tanto sucede con el contenido del posible acuerdo. En un país como España, en el que el sector agrario es muy diverso, se corre el riesgo de que la aplicación de la nueva PAC se convierta en algo imposible de digerir por la más que posible transferencia del dinero de las ayudas entre los beneficiarios de las mismas, los diferentes sectores y las autonomías.

En el Ministerio de Agricultura tienen hechas muchas simulaciones de lo que podría suceder con fórmulas para corregir desequilibrios de cara a la negociación interna que se abrirá una vez que se consiga el acuerdo definitivo en Luxemburgo o Bruselas. Sin embargo, dado que la propuesta de la Comisión era inicialmente un «churro», por mucho que se modifique continuará siendo otro «churro».