Estado Islámico
Estado Islámico, amenaza global
El mundo y sus incesantes crisis se empeñan en recordarnos la trivial sabiduría del «premier» McMillan cuando le explicó a un joven ayudante que lo que mueve la historia son los acontecimientos. Los políticos se sienten inexorablemente asaltados y a menudo arrastrados por ellos, los analistas no damos abasto y los espectadores se encuentran mareados. Ahora que la tregua aguanta unos días en Gaza y antes de que las cosas puedan empeorar críticamente en Ucrania, aplacemos una vez más las graves cuestiones de China y su periferia para concentrarnos en ese furor yihadista que amenaza con tragarse a Irak, a Siria y a todo su entorno. El siempre convulso Oriente Medio está en una de sus fases de máxima agitación, agrietado y en erupción por todas partes, con su tejido de filias, recelos y enconadas fobias sometido a desgarros y recomposiciones. Métase en el puchero la pasividad internacional de Europa y los poderosos instintos aislacionistas de Obama, con su repulsión por los deberes propios de la hiperpotencia. Pero lo es por más que no lo quiera y sus conciudadanos lo saben por hartos de intervenciones exteriores que estén. Quizá lo que ahora le piden sea un imposible: que los libre de los peligros que vienen de fuera y que ponga un poco de orden en el mundo,pero sin comprometer a sus «girls» y «boys» y sin gastarse tesoros que la economía americana necesita para reanimarse, pero lo cierto es que le están dando muy malas notas a menos de tres meses de unas elecciones que pueden hacer miserable la segunda parte de su nada brillante segundo mandato, hundiendo su partido y dejando un penoso recuerdo de sus presidencias.
El mundo se le está echando encima a Obama y le está pasando factura de sus inhibiciones y deserciones. El sorprendente éxito de los fanáticos del Estado Islámico, tercera mutación nominal de un retoño de Al Qaida, no se desbarata sólo con bombardeos desde el aire. Y si no quiere poner «botas sobre el terreno», necesita armar y apoyar de todas las maneras posibles a aliados que lo hagan. Uno de los problemas insolubles del complicado Oriente Medio es que quien puede sacarte las castañas de un fuego puede metértelas en otro. Ése puede ser el caso de los pesmerga, prestigiosa milicia kurda que tras unos éxitos iniciales ha sido arrollada por los muyahidines que pugnan por el nuevo califato islámico. Desde Irbil, la capital kurda, se ha dicho que era una retirada táctica. También sucede que la antigüedad de los mejores veteranos los hace soldados ya demasiado talluditos y cargados de responsabilidades familiares. Las fronteras del Kurdistán con el resto de Irak son sinuosas y mil kilómetros se hacen difíciles de defender, mientras que los atacantes operan por líneas interiores. El temor a la conmoción que supondría un Kurdistán independiente explica la tacañería de Washington en apoyo armamentístico. Pero la extrema necesidad lo está cambiando todo.
Las primeras intervenciones desde el aire han tenido considerable éxito. El material pesado americano abandonado por el Ejército iraquí en su desbandada y apropiado por aquellos a los que ahora se les llama púdicamente «militantes», proporciona buenos objetivos, pero bien se sabe que los ataques aéreos dan rendimientos decrecientes y los guerrilleros se confunden fácilmente con los civiles.
Para Washington, el verdadero punto de arranque de una operación de ayuda era político. Por fin han conseguido que Maliki sea arrancado de la poltrona de mando en Bagdad. Se le culpaba de todo y es bien cierto que era corrupto y sectario, pero ¿quién no lo es por esas latitudes? Todo es cuestión de grado, pero quien lo sustituye, de su mismo partido, ya ha insinuado que no se esperen de él milagros. En todo caso se cuenta con que la implicación de Washington vaya ahora en aumento, lo que puede hacerla más eficaz en unos aspectos y problemática en otros. Cuando la Casa Blanca anhela vivamente un acuerdo nuclear con los ayatolás, la pesada mano de Irán había llegado a volverse contra su correligionario, el engorroso Maliki, creando el efecto, al menos en apariencia, pero también en maledicencia, de una alianza de facto con Estados Unidos. Tanto el acuerdo como el entendimiento no pueden ser más aborrecibles para los amigos suníes del Golfo. Mientras tanto, Turquía, para quien cualquier atisbo de independentismo kurdo es tabú absoluto, de momento lo ve como muro de contención del tsunami yihadista, que se alimenta a base de tres millones de dólares diarios de petróleo incautado y centenares de reclutas voluntarios de todo el islam.
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