Alfonso Ussía
Este chico...
Mientras no se demuestre lo contrario, todos somos inocentes. Hay que probar la culpabilidad, no la inocencia. Los sujetos pueden defenderse, pero no así los objetos. Cuando hice el Servicio Militar, un enorme cañón estaba arrestado. Era un cañón del Regimiento de Artillería anexo al campamento de Camposoto. En unos ejercicios, el estampido de su disparo provocó la rotura de algunos cristales de ventanas en San Fernando, y empapelaron al cañón. Me hice una fotografía a sus pies, con el fin de ofrecerle mi comprensión. Antonio Mingote, con gran crueldad, tiró a un contenedor de basuras su colección de gallos portugueses. Era una colección involuntaria y ajena a sus gustos. Un día le regalaron un gallo portugués. Unos amigos visitaron su casa, y al reparar en el gallo, le compraron otro. Dos gallos portugueses llaman mucho la atención, y un tercer amigo le obsequió con otro gallináceo. Un día, Antonio se encontró rodeado de gallos portugueses. Escogió una gran bolsa, los introdujo en ella, bajó a la calle, alcanzó el contenedor y al grito de «¡Ahí os quedáis!», los dejó caer en el basurero. Los pobres gallos no pudieron defenderse. Y Antonio, cometido el gallicidio y sin dar síntomas de arrepentimiento alguno, se puso a dibujar.
Los seres humanos tenemos no sólo la oportunidad, sino el derecho a defendernos y a ser considerados inocentes de haber cometido un delito o falta mientras la Justicia no pueda probar lo contrario. Es por ello que defiendo la inocencia de Oriol Pujol, al que ahora la Unidad Central de Delitos Económicos y Fiscales investiga su posible participación en los mejunjes del llamado «Caso Campeón», del que es presumible protagonista principal el que fuera muy ministro de Zapatero, José Blanco. A Oriol Pujol también se le ha relacionado, con el grado de principal impulsor, de la trama corrupta de la ITV, que podría ser una consecuencia periférica de ámbito mediterráneo del «Caso Campeón», que también es periférico de contornos atlántico y cantábrico. Según parece se han captado algunas charlitas comprometidas, como aquellas del «convoluto» del AVE.
El problema es que llueve sobre mojado y que el río suena bastante. No obstante, su presunción de inocencia es sagrada y cualquier intento de herirla o rasgarla sería una incívica imprudencia. Pero nadie puede negar que el apellido Pujol, en los últimos años y sobre todo, en los últimos meses, ha sido factor fundamental de extendidas sospechas. Esos negocios millonarios del hijo mayor en México y Argentina no han caído bien en Cataluña. Se da por seguro que un buen catalán, de sobrarle el dinero y emprender un nuevo negocio, invierte preferentemente en su tierra, y más aún, si se alimenta de sueños independentistas. Lo de México y Argentina está muy bien si después de las inversiones en Cataluña, aún sobra dinero, que es muy probable que así sea, y uno no es quien para recomendar a nadie ningún tipo de inversión. Al menos, los rumores que soplan y rodean al pequeño –me refiero a la edad–, Oriol, se refieren a posibles tejemanejes más locales, que no traspasan las fronteras de España y se ubican en Galicia y en Cataluña.
Nada me gustaría más que todo fueran rumores, chismes y lanzamientos de ripios con intención de herir injustamente. Lo malo es la repetición, la reincidencia en el protagonismo y la sospecha. En Cataluña –como en el resto de España– han pasado muchas cosas raras en los últimos años, y mucho me temo que este chico tan cordial y estrepitoso ha perdido la confianza de bastante gente. Claro, que también la gente puede equivocarse, faltaría más.
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