Cristina López Schlichting

Éxito de la Iglesia

Pese a la crisis, la creciente pobreza y el descrédito que padecen las instituciones españolas, la Iglesia sigue recibiendo un respaldo tributario llamativo. Desde 2007 rige el acuerdo entre la Conferencia Episcopal y el presidente José Luis Rodrígurez Zapatero por el que quienes lo desean destinan el 0,7 por ciento de sus impuestos a la obra católica. La cifra de personas que marcan la «crucecita» es de 7.357.037. Puesto que el 23,24 por ciento son declaraciones conjuntas (de marido y mujer), se puede estimar que en torno a 9,1 millones de declarantes españoles asignaron a favor de la Iglesia un millón más que los que empezaron haciéndolo en 2007. Y la cifra no incluye a quienes, por su bajo nivel de ingresos, están exentos de tributar. Pese a tan buenos resultados, la baja de ingresos de las familias redunda en sus aportaciones a Hacienda. El fisco español recaudará menos este año y la Iglesia también, así que, en palabras del vicesecretario de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal, Fernando Giménez Barriocanal: «La Iglesia tendrá que hacer más con menos».

Que en este contexto histórico tan difícil, donde las encuestas revelan una preocupante desafección de los ciudadanos hacia políticos y administraciones, la Iglesia mantenga prestigio y apoyo es casi, casi «milagroso».

Dicen que el fenómeno está probablemente relacionado con la eficacia social y material.

Sin ir más lejos, Cáritas atendió el año pasado a dos millones de parados y más de seis millones de personas. La escuela cristiana procura un considerable ahorro al Estado y 14.000 misioneros llevan la caridad por el mundo. Pero tal vez no sea la única explicación. Me pregunto cómo hacer inventario del consuelo de un hombre desesperado que se arrodilla frente a un sagrario. O del alivio de quien recibe un abrazo en el confesionario. O del parado que, cuando no tiene a donde llamar, es tratado con respeto en la parroquia y recibe ayuda para pagar la luz. O del que tiene sida y es lavado con amor por las monjas de Madre Teresa. Hay cosas que no tienen reflejo contable y que sin embargo aumentan mucho la cuenta de esperanza de una nación. La gente sencilla ve y reconoce estas cosas como procedentes de esa vieja madre que es la Iglesia. Llena de faltas, como todos, pero también de esa Gracia inexplicable de lo Alto que cambia la historia de forma familiar y callada. Ése es el éxito de la Iglesia.