Ciencia y Tecnología

Fábrica de monstruos

La Razón
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En base a los últimos acontecimientos, he llegado a la conclusión de que la propia sociedad es una «fábrica de monstruos». Tenemos que ser una sociedad enferma psicológica, emocional y espiritualmente hablando, porque, ¿cómo, sino, se explica la existencia de niños capaces de linchar a otros, insultar y vejar a una niña, o matar a otro menor por celos? O cómo puede ser que haya personas que se alegran y desean la muerte a un niño de ocho años enfermo de cáncer. Le desean la muerte porque el niño, en su inocencia y autenticidad, ha confesado que quiere curarse para poder ser torero –los antitaurinos han puesto el grito en el infierno–. Me pregunto, ¿qué tipo de padres engendra, cría y educa a niños capaces de linchar, torturar o matar a otros niños? También, en la escuela –pieza fundamental–, encontramos maestros que evitan mirar de frente y asumir la maldad que se sienta cada día en las aulas. Negar la violencia y la ruindad es una forma de alentarlas. La Ley del Menor «protege» a esos monstruos del castigo de la Ley. Pero, ¿nadie tenemos ya conciencia ni compasión humana? La carencia de valores espirituales y humanos promueve la maldad aunque sea indirectamente. Esa normalización de la violencia en películas y series de televisión ha contribuido, cultural y conductualmente en el ser violentos, ha enseñado a solucionar los problemas pateando y torturando a ese que es «diferente» y/o eliminando a todo aquel que «no gusta». Ciertamente, una pedagogía muy disfuncional y alentadora de la parte «oscura» del ser humano.

¿Somos almas divinas o satánicas? Cada uno decide cómo quiere ser y cómo usar sus capacidades humanas si para el Bien o ponerlas al servicio del Mal, es lo que tiene el libre albedrío. Todos tenemos derecho a la vida y a ser respetados. Asimismo, todos tenemos la responsabilidad de contribuir a una sociedad mejor.