Alfonso Ussía
Falta lo otro
Con el homenaje rendido por Rajoy a la Tumba del Soldado Desconocido en el cementerio de Arlington, se cierra correctamente la página negra de la grosería interpretada por Zapatero a la Bandera de los Estados Unidos. Era Bush el Presidente por aquel entonces. Posteriormente rectificó, pero tarde. Y solicitó excusas, pero laxas y de una sinceridad sujeta a la sospecha. No sólo perdió España el afecto de una de las naciones amigas más leales, sino miles de millones de dólares que dejaron de invertirse en nuestro país. El actual Presidente del Gobierno de España ha elegido el rendimiento de honores a la Bandera americana como el primer acto oficial en su viaje a Washington, y creo que ha acertado plenamente. Podría haber elegido mejor el abrigo, que le quedaba corto y lejano a la estética, pero se trata de un asunto menor. Estoy convencido de que fue consecuencia de un consejo de Arriola: «Mariano, el abrigo corto, como de colegial, que allí gusta mucho». El agravio infame a los Estados Unidos se ha borrado y España se ha excusado libre y voluntariamente. Buen paso. Ahora falta arreglar lo otro, para lo cual Rajoy no sirve. Urge subsanar los efectos desastrosos de la visita de la familia Zapatero a la Casa Blanca con las niñas vestidas de gamberras. De fuentes bien informadas he sabido que aún, a estas alturas de su vida y de su cargo político e institucional, el Presidente Barack Obama experimenta en las noches angustiosas pesadillas. Se administra toda suerte de productos de farmacopea, y aun así no descansa. El problema es que Zapatero ya no es el Presidente del Gobierno, y mucho pongo en duda que le compense hacer un viaje a Washington para visitar a los Obama con las niñas vestidas de personas normales. Pero en su responsabilidad como ex Presidente está obligado a intentarlo en beneficio del PIB, de la prima de riesgo y de las inversiones que auguran los del Morgan Stanley, que según parece pasan por una época de confianza recuperada en la economía de España. Una formidable noticia que nos ha alegrado sobremanera a los españoles que caminamos felices y unidos en pos del barranco. Se me ocurre ahora que quizá lo del abrigo corto de Rajoy en el cementerio de Arlington, más que de un consejo de Arriola venga de la política de recortes. Si así fuera, enviaría inmediatamente mi elegante abrigo al sastre para que me lo mutile en cincuenta centímetros como poco. Todo, menos desobedecer las directrices del Gobierno.
Insisto en que Rajoy no tiene culpa alguna de la visita familiar de los Zapatero a la Casa Blanca, aunque no perjudica su lealtad constitucional si hace de la capa un sayo y presenta sus diculpas en nombre de su predecesor. No sólo a Obama, sino a la mujer de Obama y a las dos hijas de los Obama, que también sufrieron lo suyo. De esta forma, quedarían zanjadas las dos groserías provenientes de nuestros poderes y padecidas con gran resignación por el pueblo norteamericano.
No obstante, aún somos para los Estados Unidos un cariñoso punto en su horizonte. Como bien ha escrito César Vidal en estas páginas, aún estamos lejos, por desgracia, de que España sea para los Estados Unidos lo que fue en los tiempos de Aznar. Paso a paso. El contencioso de la Bandera forma parte ya de la peor historia de nuestros gestos. Obama ha reconocido el gran esfuerzo de los españoles –no lo sabe bien–, para equilibrar la economía. Rajoy se ha recortado el abrigo, y Morgan Stanley ha valorado positivamente la decisión. Sólo falta lo otro. Lo de las niñas de Zapatero, que aún colea entre las ramas de los grandes robles de la Casa Blanca.
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