Alfonso Ussía

Faramalla

La Razón
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Creo que fue Amando de Miguel el que escribió por vez primera de la faramalla periodística. La intención escondida de los titulares en las diferentes cabeceras. La verdad que esconde la mentira, o al revés. El gran ejemplo de faramalla se dio en un diario neoyorquino a principios del siglo XX con motivo de la primera visita a Manhattan del arzobispo de Canterbury. Se lo advirtieron antes de partir desde Southampton: «Los periodistas americanos no serán con Su Gracia tan respetuosos como los británicos. Si le formulan alguna pregunta impertinente hágase el sordo». En el puerto de Nueva York aguardaban al señor arzobispo decenas de reporteros, y uno de ellos, el más osado, preguntó al jefe de la Iglesia Anglicana: –Su Gracia, ¿qué opina del excesivo número de prostíbulos que existen en Manhattan?–; y Su Gracia, previamente advertido, respondió con una evasiva medida: –¿Hay muchas casas de esas en Manhattan?–. Al día siguiente, el periódico del corresponsal osado dio en portada y con grandes titulares la noticia. «El arzobispo de Canterbury pregunta por las casas de putas en Manhattan». Faramalla. Verdad desde la manipulación o manipulación de la verdad. Un lío.

Intuyo que hay algo de faramalla en el titular de mi periódico que anuncia en portada la dimisión de Esperanza Aguirre. «Aguirre dimite por corrupción». Quien no haya seguido la trayectoria política de Esperanza Aguirre puede interpretar que ha dimitido por ser corrupta, lo cual no es cierto ni por asomo. Otra cosa es la responsabilidad política que tiene que asumir por la corrupción de algunos de sus colaboradores más cercanos. No es un titular condescendiente. Mi periódico es «rajoyista», y no se espera que anuncie en portada a tres columnas la siguiente noticia: «Rajoy no dimite por la corrupción». Ni por la corrupción, ni por la regeneración del PP, ni por el bien de España. Arriola se lo ha prohibido.

Esperanza Aguirre ha sido concejal del Ayuntamiento de Madrid con el alcalde Álvarez del Manzano. Ministra de Educación en el primer Gobierno de Aznar. Presidenta del Senado y Presidenta de la Comunidad de Madrid con un apoyo popular mayoritario. Se equivocó gravemente cuando decepcionó a sus votantes abandonando la presidencia de la Comunidad. No se supo explicar. Y desde aquello se desnortó. Esperanza es directa, trabajadora y castiza. Rajoy no habla y ella no calla. Ha dimitido por lo que han robado algunos en los que ella confió. Estoy convencido de la honestidad personal de Rajoy, pero los motivos que han alentado a Aguirre a dimitir los tiene aún más graves y sobrados el presidente en funciones. Afirma mi periódico que «Génova acusa a Esperanza de irse para hacer daño a Rajoy». Me pregunto quién es Génova. En Génova, que uno sepa, hay muchas personas profundamente decepcionadas con Rajoy por su empecinamiento. Con cuatro años de Gobierno con mayoría absoluta sólo ha triunfado en la recuperación económica y no ha sabido explicar su gesta. Y con la corrupción de su partido ha sido blando, invidente, medroso y taimado. Como fue blando y medroso con la reforma de la Ley Electoral que ahora le agobia. Como fue blando, medroso y tardío con el separatismo en Cataluña.

Esperanza Aguirre, guste o no en Génova, le ha dado una lección a Rajoy. O más que una lección, un empujón para que reaccione, medite su situación y deje paso a quien pueda devolver con su liderazgo la ilusión a sus votantes. Tres millones y medio de votantes tirados por la borda reclaman un reconocimiento de culpa que aún no se ha producido. Y como responsable político, una dimisión que ya, de darse, perdería sinceridad y grandeza por su excesivo retraso.

Ni uno ni otra son corruptos. Sí responsables de la corrupción. Una se ha ido y el otro se queda.

Hoy soy «aguirrista».