Julián Cabrera
Federalismo y equidistancia
Que el líder del PSC, Miquel Iceta, haya hecho gala de la bandera española no deja de ser un paso importante en la defensa de la integridad del Estado por parte de un socialismo español al que le queda en esto mucho trecho por recuperar. La equidistancia del PSOE en materia de política territorial se remonta más allá de aquella desafortunada afirmación de Rodríguez Zapatero: «El estatut saldrá tal como lo apruebe el Parlament». Fue en 2003 cuando ZP aún en la oposición y enfilando los comicios que meses después le llevarían a la Moncloa por una puerta de sangre y fuego reunía a los barones del partido en Cantabria para dar a luz a esa que se llamó «declaración de Santillana del Mar», en la que se buscaba armonizar un nuevo modelo autonómico.
El fiasco de Santillana, en el que Maragall a pesar de los Chaves, Bono e Ibarra logró sacar adelante la propuesta de un nuevo marco constitucional que reconociera los hechos diferenciales de Cataluña y Euskadi todavía se está pagando doce años después tanto en los intereses generales del Estado como en la credibilidad de los socialistas especialmente en Cataluña. Santillana supuso el cocinado de una bullabesa sin ser conscientes de que ésta difícilmente puede ser deconstruida ingrediente por ingrediente. Lo que pudo ser un punto de partida para la reforma de nuestro modelo territorial derivó en un conflicto interno en el PSOE –Pedro Sánchez vive aún hoy las consecuencias– con visos de amenazar a la propia integridad del Estado.
Pedro Sánchez viene vendiendo en la campaña catalana junto a su desenvuelto brincador Iceta que la solución a esta crisis territorial pasa por una reforma pactada de la Constitución que reconozca la singularidad de Cataluña, pero nuevamente la posición socialista se queda a medio camino entre la obstinación por contentar a todos y una casi almibarada y muy poco explicada propuesta de «España federal con igualdad para todos los ciudadanos, unidad de los pueblos y reconocimiento de la singularidad de los territorios», enunciados que no hacen precisamente ni cambiar el paso ni modificar las prioridades cuando se levantan por la mañana quienes ya han optado por otra hoja de ruta.
Parece claro que el secretario general socialista se juega en los comicios catalanes algo más que una simple primera vuelta de las generales. El resultado que obtenga el PSC este próximo domingo no sólo va a medir la salud y la capacidad de recuperación de un partido que lleva sufriendo una auténtica sangría de votos elección tras elección, sino la credibilidad en esa comunidad y en el muy atento resto del Estado español de la propuesta de reforma territorial centrada en la modificación constitucional y el modelo federal.
La encrucijada de Sánchez con la cercanía entre las llamadas a las urnas de Cataluña y de las generales de diciembre se hace más patente a sabiendas de que no es lo mismo afrontar desde el lunes 28 la última recta hacia La Moncloa recuperando el pulso en una comunidad clave junto a Andalucía que sumido de nuevo en la melancolía.
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