Toni Bolaño
Ferraz no intervendrá en el adelanto electoral
«Espero que la sangre no llegue al río», decía la noche del viernes José María Barreda, diputado y ex presidente de Castilla La Mancha. «Al Guadalquivir, en este caso», añadía con ironía. Estaba pronunciando una conferencia en su agrupación y no tenía todos los datos en la mano de lo que pasaba en Sevilla. Sin embargo, sus palabras marcaban un guión común en el PSOE cuando sentenciaba: «Susana ha defendido dos principios: legalidad y autoridad. Y lo ha hecho muy bien». No era demasiado conocida hace siete meses, pero desde entonces ha ido pisando fuerte, subiendo enteros en la valoración –y admiración– de sus compañeros de partido y mejorando en las encuestas los apoyos socialistas entre los ciudadanos. Ha conseguido incluso los parabienes –nunca fáciles– de Felipe González. En este poco tiempo se ha convertido en un referente. Ahora ha demostrado que la apuesta no era baladí. Ha evitado la ruptura con IU, pero les ha hecho sudar la camiseta. Ha dejado claro que no es ni Chaves, ni Griñán. La Junta no ha mirado para otro lado como ocurrió en la crisis de los supermercados. Ha marcado su propio perfil y talante, y el PSOE ha cerrado filas por primera vez en mucho tiempo. Ha sido un cierre de filas entusiasta. No ha sido obligado. Incluso si el pulso hubiera salido mal, la presidenta andaluza tenía tras sí a todo el partido.
La solución vino de madrugada. Susana Díaz retiró el decreto y se pararon los realojos arbitrarios aprobados por la Consejería de Fomento. Se estudiarán uno a uno. Igual que se analizarán los 600 solicitantes que están en listas de espera anhelando uno de los pisos que les iban a entregar a los okupas de Utopía. Sus condiciones son las mismas o peores. ¿Por qué tiene más derechos quién ocupa una vivienda a quién espera pacientemente en una lista? se preguntaba la propia presidenta andaluza en una conferencia que pronunciaba la candidata a los comicios europeos, Elena Valenciano. En el mismo sentido, se pronunciaba Alfredo Pérez Rubalcaba, el secretario general socialista en una conversación con LA RAZÓN : «Lo que ha hecho IU no es legal ni justo. No puedes pasar por delante en una lista de familias a la espera de una vivienda por haberte metido ilegalmente en otro piso». Otro dirigente iba un poco más allá cuando apuntaba que «hay dos izquierdas. Dos formas de gobernar. Pero si gobiernas no puedes ser antisistema», y zanjaba «o una cosa o la otra».
Un diputado socialista dibujaba la escena de forma meridiana: «Es muy duro lo que hemos visto en el desalojo de la corrala Utopía. Nadie lo puede negar. Pero eso no implica que por una foto hagamos invisibles a los miles de ciudadanos que esperan tener en sus manos las llaves de un piso», y añadía que «un Gobierno de izquierdas eso no lo puede hacer. No puede primar la entrega discrecional sobre un derecho colectivo».
Susana Díaz ganó el pulso político a su socio de Gobierno. Marcó perfil propio con un PSOE que cerró filas tras la presidenta andaluza. Alfredo Pérez Rubalcaba fue visionario. A las 20.30 horas del viernes decía que «confío en que no se prolongue mucho y lleguemos a un acuerdo esta noche». El acuerdo llegó, pero no fue fácil. Hasta una de las beneficiadas tuvo que devolver su piso. Se descubrió que Irma Blanco, militante de IU y líder de Utopía, no cumplía las condiciones porque tenía trabajo en Villaverde, dónde gobierna su coalición. Miquel Iceta, miembro de la ejecutiva federal, unió su voz a Elena Valenciano y Óscar López, que arroparon a Susana Díaz durante el viernes, sus 24 horas más largas desde que llegó a la presidencia de la Junta. El dirigente socialista catalán también cerraba filas: «La presidenta ha hecho un gesto de autoridad conveniente».
Rumolorogía
Izquierda Unida mantuvo una posición más que dubitativa. Su sorpresa a la reacción contundente de Susana Díaz fue evidente. Al decreto de la presidenta respondió con la «suspensión momentánea» del acuerdo de gobierno, evitando, al tiempo hablar de ruptura. Esta posición supera «a los salarios diferidos de María Dolores de Cospedal», apuntaba un analista político en una tertulia televisiva. La cosa estaba tan complicada que, para evitar un desaguisado, Cayo Lara, líder de IU, tuvo que fajarse con los suyos para alcanzar un acuerdo, junto al secretario general del PCE, José Luis Centella. La crisis ha abierto la Caja de Pandora de un adelanto electoral. Hasta el líder popular José Manuel Moreno Bonilla se sumó a esta posibilidad –en un alarde de temeridad– pidiendo elecciones anticipadas, aunque todas las encuestas sitúan a los populares cinco puntos por debajo de los socialistas. En el PSOE, oficialmente, se negaba la mayor y el secretario de Organización, Óscar López, le ponía voz: «No creo que esto lleve a un adelanto electoral». Rubalcaba, en esta línea, daba un motivo, «no habrá adelanto porque habrá acuerdo». Y lo ha habido, pero la rumorología está ahí. Tomás Gómez se apuntaba a la prudencia: «No tengo esa información, pero mi intuición me dice que es una posibilidad», y añadía que «Susana, tras esta crisis, puede hacer una convocatoria electoral porque está legitimada para todo». La frase lo dice todo. El PSOE ha cerrado filas de forma unánime tras la presidenta andaluza, que ha superado, con nota, su primera crisis de gobierno. El adelanto electoral está en sus manos. Nadie se lo va a cuestionar en el seno de su partido. El PSOE mejora en las encuestas. Es el partido más votado, aunque IU está en ascenso, mientras que Moreno Bonilla, a pesar de sus prisas electorales, todavía no está en su mejor momento para afrontar una batalla electoral.
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