Iñaki Zaragüeta
Final amargo para Cataluña
El disparate está servido. Artur Mas y unos cuantos han conseguido meter en un callejón de salida amarga a la sociedad a la que prometieron servir. Da igual que venza el separatismo que el constitucionalismo, el conflicto parece inevitable. El desenlace acercará más a la frustración que a la satisfacción. La aceptación como «plebiscitarias» de las elecciones constituye un error en el que hemos caído Gobierno, PP, PSOE, medios de comunicación... Todos aceptamos hablar de dos bandos, el «sí» y el «no», el secesionismo o la unidad.
Las campañas, multimillonarias en euros, han logrado hacer verdades de mentiras, como el famoso Goebbels. Una parte de catalanes están convencidos de que España les roba, de que seguirán en la UE con la independencia, de que las relaciones comerciales no se verán afectadas, hasta de que continuarán en las Ligas españolas... Si no fuera porque todo se sustenta en la falsedad, los organizadores del desaguisado harían buena la frase de un presidente USA: «El liderazgo es el arte de conseguir que otra persona haga lo que quieres porque quiere hacerlo».
La España actual no es la misma que la de los 30 primeros años de la democracia, cuando Cataluña lograba lo que quería y todo se le consentía. Hoy, las autonomías se sienten consolidadas y con los mismos derechos. Para Mas y los suyos, por muy acostumbrados que estuvieran, ya no rige aquel amigo de Don Corleone, Clemenza: «El negociador está en mi casa jugando a los naipes con mis hombres, está contento. Lo dejan ganar».
Post Data.–Una propuesta para el Rey Felipe VI: Pau Gasol merece un marquesado. Grande de España, como expresaba nuestra portada de ayer, ya es. Así es la vida.
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