María José Navarro
Flacidez
Hace unos meses, iba paseando servidora por una playa cuando, delante de sus narices, le desembarcó un catamarán lleno de nudistas. Llegó toda esa gente a la arena y de ahí, a buffet orillero donde comieron también en pelotas. Advierto que no es mi estilo. Una prefiere ya, a su edad, el traje de baño con refuerzo en la zona ecuatorial y comer vestida con invitados que no me estén enseñando sus posesiones ni sus capilaridades, pero me parece sensacional, qué quieren que les diga. Si Vds han visitado alguna vez las playas de Canarias habrán comprobado que allí conviven con naturalidad las zonas en las que se practica el nudismo con las que no. Parece que ahora, el movimiento pro está intentando que se generalice en todas ellas y que los regidores municipales (partidarios y contrarios, que de todo hay) no encuentran instrumentos judiciales ni normativos que puedan impedirlo. En pleno debate, chafarrinón, Antonio Vélez, que es el secretario ejecutivo de la Federación de Ocio y Restaurantes de Canarias, se ha marcado un comunicado que a esta hora debe estar avergonzando a todos los afiliados de Fecao, a todos los hosteleros de las islas, pero sobre todo a los que en algún momento dudaron de la idoneidad de permitir en nudismo de manera generalizada. Ha dicho este buen señor, por escrito, que aquello se puede llenar de «viejas de carne flácida» cuyo desnudo es «grosero y repulsivo», pero que estará encantado de recibir a jóvenes de ambos sexos bien proporcionados porque, lejos de ofender, despiertan delicados sentimientos. Como portavoz de las viejas de carne flácida de desnudo grosero y repulsivo le digo: qué pena que el riego cerebral no sea democrático, caballero.
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