Julián García Candau
Florentino sufre
Ser presidente del Madrid no es siempre función agradable. Dirigir un club de esta categoría obliga a compartir grandes satisfacciones con trágalas que en el ámbito personal no se aguantarían. En este momento es justo solidarizarse con Florentino Pérez porque lo debe estar pasando mal aunque no lo manifieste. Lo peor no es la clasificación de la Liga, sino tener que seguir soportando las impertinencias y los desplantes que protagoniza el entrenador del club. Ante medio mundo quedó a los pies de los caballos al no acudir a la gala de la FIFA en la que era uno de los tres candidatos al título de mejor entrenador. Sospechaba o quizá lo sabía, porque es más listo que nadie, que no le iban a conceder el galardón y se quedó en Madrid con la excusa de que tenía que preparar el partido de Copa contra el Celta. Le ocupó tanto esta cuestión que a la hora de la gala fue a ver jugar a su hijo a las instalaciones del Canillas.
Mourinho hizo un feo al madridismo. Su soberbia alcanza límites insospechados. En el club no existe ese estilo. No ha habido ningún entrenador capaz de un desplante de esta dimensión. En la gala había cinco jugadores de su equipo y uno de ellos aspiraba al Balón de Oro. Su obligación era acudir a un acto en el que participaba su presidente y medio equipo. Su zafiedad no tiene límites. Y Florentino se exige calma para no echar más leña al fuego.
Posdata. Estaba cantado. El esmoquin de Messi ha superado al tupé de Imanol Arias.´
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