Enrique López
Fortaleza real
Hace tres días el Rey transmitió a los españoles un claro y contundente mensaje de tranquilidad y seguridad ante la declaración independentista aprobada por el Parlamento catalán, afirmando que la Constitución prevalecerá, y que como Jefe del Estado estará al lado del pueblo español, que es en quien reside la soberanía nacional. No cabe duda de la trascendencia e importancia de estas manifestaciones; provienen de la más alta magistratura de nuestro Estado, y no se debe olvidar que el Rey, además de Jefe del Estado, es el símbolo de su unidad y permanencia, arbitrando y moderando el funcionamiento regular de las instituciones, como así lo establece nuestra Constitución. El Rey ha hecho lo que tenía que hacer, y además lo ha hecho bien y en el momento oportuno, al igual que lo hizo su padre en muchas ocasiones. Pero erre que erre, la intención de aquellos que quieren dinamitar no sólo el proceso democrático iniciado en 1978, sino cientos de años de historia de una nación como España, sigue contumaz hasta la desesperación, generando en un pueblo como el catalán una desazón indescriptible, y en el resto de España una preocupación que corre paralela al hartazgo. La seguridad transmitida por nuestro Monarca es la seguridad que tenemos los que creemos no sólo en la Ley, que ya es suficiente, sino y además en la razón, pero que en todo caso caminar al lado de la ley nunca es caminar solo, sino al revés, se camina al lado de la fuerza de la Ley y de la razón. Si se repasa la historia de Cataluña, la cual es inconcebible sin España, aparecen momentos históricos precedentes del actual. A Pau Claris se le considera uno de los presidentes de la Generalidad de Cataluña, el cual proclamó la República catalana bajo la protección de Luis XIII y la soberanía de Francia. Rafael Casanova, conseller en Cap de la ciudad de Barcelona, pasó a la historia no por su profesión de abogado, sino por ser partidario del archiduque Carlos de Austria como rey de España durante la Guerra de Sucesión española, lo cual provocó de nuevo un asedio a Barcelona, y tras su fracaso siguió ejerciendo su profesión de abogado añorando al archiduque. Cataluña tuvo su segunda experiencia secesionista en 1873, con el catalán Estanislao Figueras como presidente de la república; en 1931 Francesc Macia declaró también la República catalana, y en 1934 Lluïs Companys, líder del independentismo más radical, declaró el Estado catalán; si sumamos los días que duraron las experiencias secesionistas no superan los doce a lo largo de 400 años. Pero en cualquier caso si analizamos los contextos históricos en los que se produjeron los procesos secesionistas resulta que España como nación vivía momentos convulsos por razones políticas , sociales y económicas. En estos momentos, España goza de una excelente salud democrática y social, y estamos en plena recuperación económica, ante lo cual nadie, ni en España ni en el extranjero, puede entender nada de lo que está ocurriendo. Decía Ortega y Gasset que no es fácil tratar con testarudos, pues no hay argumento que les valga, y qué razón tenía.
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