Irán

Francia y el islam

La Razón
La RazónLa Razón

Me referiré únicamente al último medio siglo y al tema del terrorismo. Con la disolución de la antigua Unión Francesa y la independencia de Túnez, Marruecos y de la más costosa y sangrienta de Argelia, París fue el escenario privilegiado del terrorismo de corte islámico. En 1958 el terrorismo argelino obligó a poner sacos terreros en las puertas de comisarías y la misma prefectura de policía de París.

En paralelo, en Argel, una mortífera campaña de bombas diezmaba la población civil. Tal campaña fue cercenada por una brigada de paracaidistas que mandaba el mítico General Massu que se instaló en la kasbah. En 1961 los argelinos residentes en Francia y simpatizantes con la rebelión se manifestaron en París y en la carga policial hubo una serie de ahogados en el Sena y numerosas muertes por aplastamiento en el metro Charonne.

En 1995 los atentados de origen iraní obligaron a cerrar todas las papeleras de los Campos Elíseos. Luego, todo hay que decirlo, la actitud pánfila de Giscard tenía como espléndido refugiado el Ayatollah Jomeini, que salió de París para incendiar Irán. Como música de fondo del terrorismo teníamos la anarquía en las barriadas (la «Banlieu») de mayoría musulmana –quema de coches y contenedores, saqueos, ataques a la policía cada final de semana–, todo ello perpetrado por alegres adolescentes. Al asumir Sarkozy el Ministerio del Interior cortó de raíz esa anarquía que asolaba Francia. Eso le valió su elección a la presidencia de la República. En la actual convulsión es el único que ha propuesto medidas concretas como aislar a los fichados como sospechosos, recortando sus derechos cívicos. Eso es ir al grano.