Alfonso Ussía

Fresita

La Razón
La RazónLa Razón

Hoy domingo, me refugio en el amor. El amor, ése enigma por resolver. Para San Juan de la Cruz, la llama de amor viva. Para Garcilaso, el sol que tiende los rayos de la lumbre. Lope, el gran amante y amado. «Olvidar el provecho, amar el daño;/ creer que un cielo en un infierno cabe,/ dar la vida y el alma a un desengaño./ Esto es amor, quién lo probó, lo sabe». Don Francisco de Quevedo, el jodido estevado, el «soy un fue, y un será y un es cansado», creador del soneto amoroso más bello de nuestra palabra: Aquí los tercetos: «Alma a quien todo un dios prisión ha sido,/ venas que humor a tanto fuego han dado,/ médulas que han gloriosamente ardido,/ su cuerpo dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza, más tendrá sentido; polvo serán, más polvo enamorado». Y en el contracampo, Pittigrilli: «El amor es un beso, dos besos, tres besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso...». Y los románticos con sus metáforas corporales. La espalda de nácar, los pechos de alabastro, el bosque de Venus, ojos de esmeralda, labios de rubí, boca de fresa.

Uno cree que vive en la vida, en el meollo, y no se entera de nada. Es mi caso. Mi distancia con la televisión analógica me juega, en ocasiones, malas pasadas. De golpe, el hallazgo, la luz. Irrumpe Fresita. Me informo y asumo el gozo de enterarme de su participación en un concurso muy famoso de una cadena de televisión privada. Fresita. Lástima que no sea natural de Aranjuez, la vega jugosa de Madrid, bañada por el Tajo. Fresita de Aranjuez. Fresita es rubia como los chorros del oro, y ha saltado de ser concursante a opinante y militante política. Ha dicho Fresita que los hombres somos asquerosos y que su partido político es Podemos. Cuidado, Fresita, te informo, y perdona el tuteo. Gracias, me doy por perdonado.

Fresita mía, en política se exige, al menos durante los primeros pasos inmersa en ella, lo que Aughentaller-Bloknik definió como «inteligente prudencia de novicia». Tienes que moderar tus impulsos. Creo que te sobran motivos –y me figuro que malas experiencias–, para alcanzar la conclusión y hacerla pública de que los hombres somos asquerosos. Unos más que otros, Fresita, al menos en el elemental principio de la higiene corporal. Somos muchos los asquerosos que nos bañamos o duchamos todos los días y son muchos los asquerosos que gustan de huir del agua y el jabón. Después, el hombre duchado o el hombre sin duchar, coinciden en los defectos. Un hombre, por definición seca, es casi siempre tan sutil como un jabalí. Pero también, entre los jabalíes, existen diferencias notables. Los hay que se bañan y desparasitan en las aguzaderas, y también los que al toparse con una baña, huyen despavoridos. En Podemos, la higiene personal no está valorada, y se pueden enfadar contigo, Fresita, que eres de lo que no hay. Podemos es un partido supuestamente avanzado en lo social, y en la triste realidad un conglomerado de machistas y de pijas. Las segundas te van a recibir de uñas si mantienes tu cercanía con la imprudencia. Allí manda y ordena –y es bueno para todos que persevere en el mando y el ordenamiento–, un macho alfa que no admite trifulcas de berrea cervuna. Es el dueño de todas las ciervas, y ningún venado le disputa la posesión de sus chicas. Si eres prudente y no te comportas como Tania Sánchez, Carolina Bescansa, Rita Maestre o una de las dos hermanas Serra, puedes llegar muy lejos en Podemos, Fresita. Pero modera tus palabras y tus impulsos. Cuando se generaliza, es recomendable puntualizar las excepciones. Tendrías que haber dicho que «todos los hombres son asquerosos, exceptuando a Pablo Iglesias». En tal caso, tu presencia en las praderas de la pasión podemita , a pesar del recelo de otras hembras más asentadas en sus brañas y alcores, contaría con la protección del macho dominante. Y en unas próximas elecciones, ya demostrada tu madurez y sagacidad políticas, formarías parte de una lista elegida para el triunfo. Pero si entras en Podemos como un elefante en una cacharrería, tu porvenir, Fresita, lo intuyo nuboso y de panza de burro, rumbo a las tinieblas.

Fresita, recuerda lo de los poetas. Espalda de nácar, rubia como el oro, pechos de alabastro, bosque de Venus –algunos rapsodas sustituyen el bosque por la fronda–, ojos de esmeralda, labios de rubí y boca de fresa. Lo tienes todo para triunfar en Podemos, pero tu lengua, larga como la de un camaleón de la Guayana, puede desmoronar toda la belleza que hoy ofreces y convertirte en montón de ripios y cascotes.

Te lo digo por experiencia, Fresita. De los hombres dominantes no esperes el perdón de la caricia. Y te vas a meter en la boca del lobo, que no es de fresa, precisamente. Calma y frialdad, Fresita mía.