Ángela Vallvey
Fronteras
Las fronteras son los confines del Estado, allí donde su poder llega a término y la tierra se hace barrera en forma de muros o vallas aderezados con puestos de vigilancia, fortificaciones, aduanas, casas de cambio de moneda, especulaciones diversas y multitud de negociantes ojo avizor. Las fronteras también se hacen con mercadillos de fruslerías, tenderetes de comida, tráfico de mercancías, tránsito de personas y, a menudo, tráfico ilegal (¡incluso de personas!). En las fronteras abundan las ocasiones para el trueque, la compraventa y el cambalache porque esas son economías propias de los márgenes.
Una canción popular rusa que entonaban los bateleros del Volga decía que todos somos hermanos bajo el ardiente sol. El mundo, sin embargo, está hecho de líneas divisorias, de marcas limítrofes que dejan el asunto de la hermandad en cosa de canciones y de sueños. Los países como España tienen fronteras «difíciles». Casi todos los PIGS están ubicados en encrucijadas en las que la civilización humana se bate y se confronta. España es el frontispicio que resguarda a Europa de África con sus hambrunas e interminables guerras civiles. Hasta hace poco, las fronteras eran fáciles de guardar, pero el mundo ha cambiado. En la era de la globalización, las fronteras pueden parecer líneas invisibles. En muchos sentidos, el planeta del siglo XXI carece de fronteras: la información, el dinero y las materias primas van de un lado a otro con facilidad, sin encontrar obstáculos que no sean meramente arancelarios; sin embargo las personas, los impulsos migratorios, continúan teniendo una extrema dificultad en cruzarlas. Es esa contradicción la que aún no ha resuelto la globalización. Se ha mundializado casi todo (ideas, economía, bienes materiales...), menos a las personas. Mientras no se solucione la paradoja, los países fronterizos con la miseria (España, Grecia, Italia...) seguirán teniendo problemas muy serios.
✕
Accede a tu cuenta para comentar