Nacionalismo

Funcionarios o patriotas

La Razón
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«Le patriotisme, c’est aimer son pays. Le nationalisme, c’est détester celui des autres», indiscutible sentencia que aparece en el tomo VI del «Lettres, Notes et Carnets», selección de cartas, familiares, telegramas y escritos personales del general Charles de Gaulle.

Ortega y Gasset en 1921 hablaba de la invertebración de España, una tesis sobre el origen y la formación de la nación española y emitía un diagnóstico demoledor de la explosiva situación social de nuestro país en el momento en que escribió su libro. Décadas después de su análisis, España ya no es el país socialmente invertebrado que describió, las distintas instituciones que configuran el Estado han aprendido a dialogar entre sí. Ni la Iglesia, ni el Ejército, ni la Judicatura son poderes aislados. Ortega afirmaba que «La esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás». Después del pacto constitucional de 1978, los funcionarios gobernantes han sido incapaces de zanjar de una vez por todas la vertebración sentimental de España, cediendo las competencias claves de la educación a los partidarios de la secesión, y que con malvada habilidad han ideado un imaginario pedagógico lleno de despropósitos y falsedades. Mientras se creaba un relato inventado sobre el pasado común, se manipuló torticeramente la necesaria normalización del catalán, obligando a una inmersión lingüística que ha supuesto de facto la exclusión del castellano como lengua común. Paralelamente han sido millones los euros invertidos en medios de comunicación, los que han provocado el estallido del sentimiento nacionalista entre los catalanes, facilitando la vuelta del particularismo y el triunfo de un relato impostado. En un bando hay funcionarios, en el otro nacionalistas y en el medio ningún patriota. Las tesis orteguianas de la invertebración española siguen presentes en nuestra sociedad, víctima por un lado del particularismo secesionista del nacionalismo y por otro de la ciega visión que desde el poder central se ha ejercido creyendo que Castilla ha hecho España y desdeñando el proceso incorporativo, en la consideración de la historia como un proceso continuo, en el que unidades territoriales preexistentes se organizan en una estructura nueva y por la que una idea compartida e ilusionante mantiene unida la estructura, entendido como «un proyecto sugestivo de vida en común», para lo cual tiene tanta validez el convencer como el obligar. Sin embargo, lo que se está primando actualmente es un concepto diametralmente opuesto, esto es la desintegración de España, en el que las partes del todo comienzan a vivir como todos aparte, lo que Ortega le llama particularismo. La nación por encima de la patria.

Los separatistas tienen su proyecto, no es amor a la patria sino el odio al resto de pueblos de España. Confirman a De Gaulle «El patriotismo es amar a tu país, sin embargo, el nacionalismo es detestar el país de los otros». Va siendo hora que los funcionarios con mando en plaza en Madrid sean sustituidos por patriotas, porque los nacionalistas van ganando.