Carlos Rodríguez Braun

García Lorca, protestas, Zapatero

La Razón
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Leí en «El Ideal de Granada» que el PP había acusado al PSOE de programar un homenaje a Lorca «sectario y propagandístico». La diputada popular Rosa Fuentes lamentó que se hubiese acabado con la apuesta por un programa cultural basado en que «Lorca vive y está en la memoria de todos», para regresar a la «memoria sesgada de su muerte». Se quejó del «sectarismo político», de la «escenificación del rencor y la mirada atrás», y del intento de convertir al poeta «en estandarte de la izquierda cuando Lorca es de todos... Lorca es un autor universal, forma parte de la provincia, de todos, sin distinción de ideologías, y es parte de la memoria colectiva de todos, incluidos los familiares que perdieron seres queridos de uno y otro bando en la lucha fratricida que supuso la Guerra Civil». Por más razón que tengan sus protestas, que la tienen, sospecho que lo que le sucede a Rosa Fuentes, y a tantos otros en el Partido Popular, es que no se han enterado de que hubo un tal José Luis Rodríguez Zapatero que llevó las riendas del poder del Estado, y del PSOE. Si se ignora este cambio trascendental, entonces se cae en la ingenuidad de Rosa Fuentes, que habla como si su interlocutor fuera la izquierda de la Transición, cuando el propósito de los socialistas desde Zapatero hasta Sánchez, ha sido destruir ese momento brillante de nuestra historia. La clave de la Transición, que reflejó con destreza lo que la amplia mayoría del pueblo español deseaba, es el anhelo de superar la Guerra Civil y el franquismo mediante la democracia y la convivencia pacífica. No para olvidar al pasado, sino para dejarlo a los historiadores y para no utilizarlo como bandera política. El fundamento de esta decisión fue la certera conciencia, ampliamente compartida entonces, de que los dos bandos de la Guerra Civil tenían mucho que hacerse perdonar. Zapatero destruye ese espíritu, y por eso es el peor presidente de la España democrática: por la llamada memoria histórica, que no es ni una cosa ni la otra. No es memoria porque no busca el recuerdo, sino la agitación sesgada del mismo, y no es historia porque no busca estudiar el pasado, sino utilizar el dolor del pasado para promover una agenda política del presente. Ése es el camino que trazó Zapatero y que ha desembocado en que el siniestro Pablo Iglesias, en el Congreso, haya saludado a las Brigadas Internacionales, que vinieron a España dirigidas por Stalin. Esa mención habría sido inconcebible durante la Transición, pero, repito, es la Transición la que ha sido liquidada por la izquierda, primero por Zapatero y después por sus criaturas, los de Podemos.

Por eso Rosa Fuentes protesta, pero es una ingenua: trata a la izquierda como si fuera la de los años setenta y ochenta, y ya no hay tal cosa. Es ingenuo pedirle lo que no quiere dar. Por supuesto que Lorca es de todos, y es repugnante brindarle homenajes sectarios, pero eso es justamente lo que la izquierda quiere hacer con el poeta asesinado: apropiárselo en exclusiva y utilizarlo políticamente contra la derecha. Dirá que busca sus restos sin cesar porque sólo anhela satisfacer a las familias de los represaliados. Miente, siempre miente, y sobre todo en este caso, porque la familia de García Lorca se ha negado a que se busquen los restos de Federico. Como es de imaginar, y como no debería sorprender a Rosa Fuentes, a la izquierda le da exactamente igual.