José María Marco

Genocidio

Seguramente no será fácil que prospere la querella interpuesta contra cinco etarras por un delito de genocidio o de lesa humanidad, lo que impediría la prescripción de los crímenes que cometieron. Hay demasiados elementos en contra, en particular el hecho de que técnicamente no se llegó a producir ningún crimen tan masivo que pueda ser considerado genocidio.

Sin embargo, hay algunas realidades que podrían justificar esta consideración. Aun sin tener en cuenta el ataque sistemático al Ejército y a las Fuerzas de Orden Público, se recordarán las campañas de exterminio contra la UCD, a finales de los años 70 y principios de los 80, y contra el PP a finales de los 90. Convendría documentar y tener en cuenta esto: asesinar sistemáticamente para acabar con un grupo político no es algo trivial. También es relevante la claridad con la que los etarras hicieron siempre explícita, sin tapujos, su intención de acabar con los españoles en el País Vasco y en Navarra: limpiar de españoles la futura patria vasca que requería, para hacerse realidad en la historia, la depuración de todos aquellos que no fueran vascos, es decir vascos nacionalistas. Hubo ataques, chantajes, secuestros, heridos, muertos y una cantidad no determinada de personas (más de 200.000) que dejaron su tierra como consecuencia de aquella campaña de terror mantenida durante décadas.

Finalmente, hay otra consideración, más compleja pero no menos importante. Y es que los etarras atentaron una y otra vez –2.500 ataques– no sólo contra personas sino contra lo que nos constituye como españoles. Los etarras quisieron destruir España dinamitando el lazo que nos une a todos, nuestra nacionalidad. Las víctimas de ETA lo fueron porque eran españolas. Sería importante que los jueces calibraran con seriedad qué posible tratamiento merecen estas monstruosidades, de las que casi todos hemos sido testigos.