Julián Redondo
Gestos
En la fachada principal del Palacio de Cibeles, desde el pasado 8 de septiembre cuelga en todo lo alto una pancarta con este mensaje: «Refugees welcome». Enternecedor. Y los refugiados llegan, el Ayuntamiento les proporciona comida y una cama para dormir y con las mismas prosiguen el peregrinaje. Ni Madrid ni el resto de España les cautivan. Sólo 14 de ellos, sí, 14, han fijado aquí su residencia, quizá temporal. Como dice Antonio Garrigues Walker, en Siria los bombardea todo quisque. Las fuerzas del sátrapa Al-Asad, los rusos, los americanos y los del Dáesh destruyen sus hogares, su presente, su futuro y sus vidas. Huyen, pues. Contra su voluntad. Surcan en miserables embarcaciones mares inhóspitos que a tantos, como al niño Aylam Kurdi, depositan inertes, sin aliento ya, con el corazón fundido y el agua en los pulmones, en playas que no son paraíso sino tumbas.
En todo el mundo hay 60 millones de refugiados, la tercera parte son niños, y la AFE ha decidido colaborar con ACNUR en la campaña «Educa a un niño». El sindicato de los futbolistas españoles recurre a sus asociados porque, en palabras del presidente, Luis Manuel Rubiales, se ha propuesto escolarizar a 3.000 niños en los próximos dos años. La madrina del proyecto es la actriz Marta Nieto, un ángel caído del cielo que quiere participar, no figurar. Bastan 20 euros para que ese niño desahuciado de su tierra por el terrorismo, la incomprensión, la degeneración, y las bombas, estudie durante un año quizá en un campo de refugiados, donde come el último las sobras de los mayores, si le alcanzan. En todo este drama colosal hay gestos, el de la pancarta o el de AFE y ACNUR. Si los futbolistas se lo proponen, golean a la miseria.
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