José Antonio Álvarez Gundín
Gibraltar, fin de fiesta
Cuando un gobierno se equivoca, nunca sale gratis. A veces, las consecuencias no se pagan de inmediato, sino años después y quienes las sufren son las generaciones siguientes. En España estamos sobrados de ejemplos. Así, los jóvenes de hoy tendrán que saldar la deuda pública de casi un billón de euros por la negligencia de unos gobernantes populistas que gastaban mucho más de lo que ingresaban. Si ahora ya es caro el recibo de la luz, lo será mucho más debido a las subvenciones disparatadas de un gobierno que se las dio de ecologista chachi piruli. Como en el contencioso de Gibraltar. Moratinos creyó haber dado con la pócima mágica para resolver en 30 meses un problema de 300 años por el mismo procedimiento de hacerse el chachi piruli con los gibraltareños, hasta el extremo de convertirse en el primer ministro de Exteriores de la historia en realizar una visita oficial a su propio país. Para agasajar a los anfitriones les llevó de regalo miles de líneas telefónicas, más vuelos comerciales, servicios sociales al otro lado de la verja y categoría de interlocutor paritario... Ni los propios «llanitos» se lo podían creer, aquello era el patio del colegio a la hora del recreo. Además, Moratinos se cargó el consenso de Estado que desde 1984 mantenían PP y PSOE sobre la colonia. Como era de prever, de aquel desastre sólo obtuvieron beneficios los gibraltareños a cambio de unas migajas para los pescadores y los trabajadores españoles, que fueron tomados como rehenes y desde entonces soportan esa condición. La devaluación de la posición española ha alcanzado cotas humillantes, con acoso a los pescadores, hostigamiento a la Guardia Civil y actuaciones que dañan la bahía de Algeciras, como los vertidos de hormigón y el «bunkering». Es comprensible que García-Margallo trate de recuperar el equilibrio en las relaciones con Gibraltar, ya que la dignidad se perdió hace tiempo por los errores de unos desastrosos gobernantes.
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