Alfonso Ussía

«Gibxit»

La Razón
La RazónLa Razón

A principios del siglo XVI, unos pescadores de San Roque tuvieron la ocurrencia de soltar en Gibraltar dos parejas de monos que habían capturado en el norte de África. Cuando a España le fue hurtado el Peñón, los monos se contaban por centenares. El mono es muy salido, como está científicamente demostrado. Y la mona receptiva y cariñosa, lo que facilita la expansión de la especie. En el XIX, los ingleses ocupantes de Gibraltar adoptaron una decisión drástica. Aniquilar a los monos. «O los monos o los súbditos de Su Majestad Británica». Y se llevó a cabo el «monxit» –«Monkeys Exit»–, aunque dejaron con vida a cuatro parejas. En la actualidad, incluyendo al señor Picardo, la población de monas de Gibraltar está controlada. Hace dos años, y con motivo de la visita de la Princesa Ana de Inglaterra, una mona, que no fue previamente avisada, se precipitó de lo alto del Peñón al suelo del susto. Se encontró a la Princesa Ana haciéndole una fotografía a menos de tres metros, y la mona optó por la solución natural. El suicidio.

Un altísimo porcentaje de gibraltareños, también apodados «llanitos», tienen casa en España. Desde Cabo Pino a Sotogrande, los llanitos conviven con los españoles. El problema no está en la nacionalidad, sino en los impuestos. Gibraltar es un paraíso fiscal, una colonia de blanqueo de dinero y un refugio del contrabando y la droga. Y también, la obsesión de España por recuperar su territorio, y el empecinamiento británico por conservar su orgullo colonial.

Con el Reino Unido en la Unión Europea, Gibraltar ha mantenido y aumentado sus privilegios fiscales. Pero con el «brexit» se inicia irremediablemente el «gibxit». España tendrá opción de veto a cualquier resolución que afecte a la colonia británica, y los «llanitos» andan azorados, preocupados y confusos. Cuando llega el fin de semana, para calmar sus azoramientos, agobios y confusiones, cruzan la Verja y se instalan cómodamente en sus lujosas casas de la Costa del Sol. «Nosotros siempre seremos británicos». De acuerdo, por mi parte, no hay inconveniente.

Otra cosa es el territorio. Gibraltar con su «gibxit», que es consecuencia del «brexit» puede verse ahogada de recursos y de bonanzas financieras. Y no sería de extrañar que en los próximos diez años adquiriera la condición de Condominio. Sería el principio suave de la recuperación del pleno territorio peninsular español. Un Hong-Kong en pequeñito, con un plazo de devolución establecido de común acuerdo. España se comprometería a respetar los derechos y la nacionalidad de los llanitos, siempre que éstos eligieran libremente ser ciudadanos de un Reino ajeno a la Unión Europea. De nuevo, y según la arrogante y soberbia manera de interpretar las cosas por parte de los británicos, «el continente estaría aislado», pero los más aislados del continente europeo serían los gibraltareños, últimos robinsones rodeados de riquezas y recursos. De ahí la obstinada preferencia de los gibraltareños de tener su segundo –o primer– hogar en España.

Respecto a las monas de Gibraltar, garantía total de supervivencia siempre que moderen sus continuos y positivos fornicios. Como en la Mili, las Fuerzas Armadas españolas destinadas en el Peñón procederán a acostumbrar a los monos al consumo de bromuro. Ondearán durante un tiempo las banderas de España y el Reino Unido, y vencido el plazo, «gibxit» culminado, Gibraltar volverá a pertenecer a su antiguo, natural y expoliado dueño. El pueblo español. Y si no es así, me divierte imaginarlo.