Lucas Haurie

Goodbye, Carlos

La Razón
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Los «carabinieri», alertados por una ONG, encontraron hace unos días a Carlos Sánchez, sevillano de Cazalla de la Sierra desaparecido en 1997. Vivía como un anacoreta en un bosque de la Toscana, aislado del mundo tan voluntariamente que en cuanto supo que habían dado con él, volvió a esfumarse y hoy sigue en paradero desconocido. La historia es fascinante desde el punto de vista psiquiátrico, tratándose además de una persona de alto nivel académico (dos licenciaturas universitarias) y cultural (hablaba cuatro idiomas) que en sus primeros 26 años de vida no dio el menor síntoma de desajuste. También se puede hacer sociología de barra de bar a partir de su extraordinaria peripecia. Si, para mitigar el impacto en una hipotética vuelta a casa, sus familiares le hiciesen un «Good bye Lenin», habría que ocultarle un millón de artilugios tecnológicos, pues se fue cuando apenas uno de cada diez españoles tenía teléfono móvil. Recién asesinado Miguel Ángel Blanco, la principal preocupación de los ciudadanos era ETA, mientras que el Molt Honorable Jordi Pujol aseguraba, con su talla de hombre de Estado, que en Cataluña jamás surgirían veleidades separatistas. José María Aznar era el (probablemente efímero) presidente de un Gobierno que trataba de sacar a la economía española de la crisis antes del milagro de la convergencia europea, el boom, la llegada de Atila-Zapatero y el gran piñazo de 2007. Si fuese sevillista, era seguidor de un club en descomposición que penaba en Segunda, no del tetracampeón europeo que hoy da revolcones al Barça y al Madrid. Si Carlos vuelve, eso sí, se encontrará otra vez a los socialistas mandando (mangando) en la Junta. Porque hay cosas que jamás cambian. Ni cambiarán.