Julián Cabrera
Grillos y rebuznos
«Nos atacan, se mueren de miedo, saben que estamos obteniendo algo excepcional» clamaba en la campaña electoral italiana Beppe Grillo, el cómico anti sistema y anti Europa allá donde le escuchaban miles de indignados y de jóvenes. Un vivero de contestación que no sólo se circunscribe a la políticamente atípica Italia.
La situación de la política española es sólo por hoy distinta, pero los riesgos de «grillización» son reales aquí y en toda Europa con distintos ropajes. La semana pasada, desde la más alta instancia del Estado, su Majestad el Rey mostraba al presidente del Gobierno y al jefe de la oposición, horas antes del Debate sobre el Estado de la Nación, su preocupación por que el tono de mesura presidiera una cita parlamentaria que llegaba con un Gobierno contestado, con un PSOE dividido y con un regreso del fantasma de la corrupción que, sin llegar ni por asomo a los niveles de la última era Felipe Gonzalez produce más sarpullidos debido al cabreo general por recortes y desempleo.
La política española tiene dos grandes responsabilidades: evitar la tentación de sacar réditos a través de la agitación y el cerco a las instituciones y tomar nota de denuncias, como la formulada este lunes por viejos rockeros del parlamentarismo como Miquel Roca, al afirmar que la ausencia de la carga de la prueba, el comentario corrosivo y el rebuzno se han instalado en nuestra política.
España no está ni para rebuznos ni para billetes sólo de ida hacia escenarios como los que tanto rédito le han proporcionado al histrión Grillo y su enigmática «democracia directa, horizontal y reglamentada por sí misma». Y en eso hay una especial responsabilidad no sólo en los dos grandes partidos, sino en unos dirigentes de UPyD y, sobre todo, IU cuyo momento de gracia demoscópica no está exento de tentaciones «Beppe Grillistas».
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