Manuel Coma

Guerra asimétrica en Gaza

Bien poca hierba hay en Gaza, pero irónica, aunque muy adecuadamente, así definió un militar israelí las operaciones de guerra en serie en el exiguo territorio. La hierba crece y crece y hay que cortarla y cortarla. No se acabará nunca, pero impide que inunde. El objetivo es siempre el mismo: degradar las capacidades ofensivas de Hamas, una vez tras otra. Lo que importan son los misiles llegados de Irán. Así volvía de nuevo a ser cuando resultó que ahora se disparan desde túneles y éstos son más numerosos, largos y peligrosos que nunca. No se destruyen desde el aire, de ahí la acción terrestre, mucho más costosa en vidas por ambas partes. Por ahora, batiendo todos los récords de las ofensivas anteriores, cerca de 1.700 palestinos, un uno por mil de la población, y 66 soldados israelíes.

Es una guerra asimétrica donde las haya, y cada vez hay más, pero lo verdaderamente importante no es la gran diferencia en potencial bélico, sino el opuesto papel que juegan las vidas humanas en cada bando. Hamas combate una lucha publicitaria con sus muertos: cuanto mayor el número y más civiles, inocentes e inermes sean, más eficaces resultarán para la batalla de la propaganda. Mujeres y niños, mucho mejor que varones jóvenes. Combaten por la rabia de los suyos, el escándalo de los europeos, la solidaridad del tercer mundo pero, sobre todo, la calle árabe. No tienen casi nada que hacer en la opinión pública norteamericana, están perdiendo a los responsables políticos europeos, los líderes árabes proclaman condenaciones retóricas de la guerra, no propiamente de Israel, su aliado tácito contra el temible chiísmo iraní, esperando ardientemente que el Estado judío acabe de una vez por todas con Hamas, vástago de la odiada Hermandad Musulmana.

Lo más sorprendente es la actitud de la parte israelí. Se creó su Estado para proteger las vidas judías, acosadas históricamente por los pogroms y terciadas por el holocausto nazi, pero el país entero sobrevive bajo la amenaza de la extinción nacional y cualquier israelí debe estar dispuesto a sacrificarse por el ideal sionista. Pero persiste un tabú absurdo desde el punto de vista del arte de la guerra, que muestra hasta qué punto la estrategia, que en su nivel superior y más general es una lógica universal e inmutable, puede estar en la práctica condicionada por percepciones culturales, históricas, en definitiva, las étnicas.

El talón de Aquiles de Israel es que con abismal diferencia prefiere un soldado muerto a un prisionero. Hasta por un cadáver patrio en manos enemigas hay que estar dispuesto a pagar un precio desorbitado y puede llevar a una incursión militar y terrestre que se transforme en una guerra abierta. Creer que sea un mero pretexto es no entender la lógica israelí. La población civil lo exige. De nuevo están en ello.