Joaquín Marco

Guerra contra el terrorismo

Algunos observadores se sorprenden del apoyo que parecen recibir los palestinos en los medios españoles y hasta en la opinión pública. Es natural esta inclinación hacia el más débil cuando el fuerte utiliza fórmulas desproporcionadas. Los EE UU tienen a Hamas en la lista de las formaciones terroristas, pero ello no impide que tiendan una mano a través del gobierno palestino y preconicen una paz frágil que se rompe una y otra vez. En esta ocasión el motivo ha sido el secuestro y posterior asesinato de tres adolescentes israelíes el pasado 12 de junio. Cuatro días antes en el Vaticano el Papa Francisco, Shimon Peres y el rais Abas habían rezado juntos para lograr una solución pacífica a un tema tan complejo como es el palestino. Mahmud Abas, en su sede de la Muqata de Ramala, había llegado también a un acuerdo con los habitantes de la zona de Gaza, lo que, dadas las perspectivas, le convertían a ojos de sus partidarios en un amigo de Israel. Beniamin Netanyahu culpó a Hamas del asesinato e inmediatamente inició las represalias que pueden entenderse como una guerra abierta contra los habitantes de la zona de Gaza. La franja ocupa una superficie de 360 kilómetros cuadrados y en ella vive una población que supera el millón y medio de habitantes con una densidad de 4.167 habitantes por kilómetro cuadrado. La de España es de 93,6. Las fuerzas armadas israelíes disponen de un armamento muy sofisticado y no han dudado en utilizarlo como represalia. Tanques, cañones, misiles y drones han asolado buena parte de aquellas zonas donde, en teoría, se hallaban los miembros de Hamas, cuyo mando supremo reside lejos del país. Día tras día los noticiarios televisivos nos ofrecen imágenes desoladoras de tierra quemada y edificios en ruinas. Los ataques israelíes han causado ya más de 200 muertos y 1.500 heridos.

La situación en la zona de Gaza no puede ser más desalentadora. A la violencia real cabe añadir la psicológica. Llamadas telefónicas anuncian la destrucción de las viviendas. No siempre sucede, pero el terror invade a los moradores que apenas si disponen de tiempo para llevarse lo más imprescindible. Se calcula que son ya más de diez mil los desplazados y el Gobierno israelí anuncia que deben abandonar la zona cien mil más. La mayor parte de la población se refugia en escuelas o en edificios que ofrecen una mayor seguridad, pero ni siquiera los hospitales son seguros. Los militares judíos entienden que en ellos se refugian los militantes de Hamas y alguno ha sido bombardeado. La cuestión sanitaria es tan grave que se ha solicitado la ayuda hospitalaria egipcia. Sin embargo, el paso fronterizo de Rafah, entre Gaza y Egipto, sigue cerrado por orden del general Al Sisi, quien acabó con el poder de los Hermanos Musulmanes. Los partidarios de Hamas lanzan también sus cohetes sobre Israel, pero el sistema antmisiles israelí es muy eficaz. Ello no ha evitado que la población judía sufra las consecuencias de las alarmas constantes y la población árabe entiende como un triunfo de Hamas que más de cuatro millones de judíos deban acudir a los refugios domésticos y obligatorios. Entre los israelíes tan sólo se ha producido un muerto y algún herido. Por otro lado, la franja de Gaza atraviesa uno de sus peores momentos económicos. El 44% de la población se halla en un paro endémico y dos tercios de la misma vive en el umbral de la pobreza. Tan sólo las oenegés palían las necesidades más elementales. Encerrados sobre sí mismos, el comercio agrícola en Gaza no tiene salida al exterior. Las arcas de Hamas están vacías. Alejados de cualquier apoyo egipcio, la Autoridad Nacional Palestina e Israel evitan la ayuda que antes recibían de Qatar. Sin embargo, se supone que las represalias de Israel obligarán a tender puentes al gobierno egipcio, quien ya propuso sin éxito una tregua. Israel, sin embargo, no es la primera vez que desoye las recomendaciones de las Naciones Unidas y se muestra intransigente incluso ante los mediadores estadounidenses. Su situación es problemática, inscrita en una de las zonas más calientes del planeta y sabedora de que no sólo Hamas pretende su desaparición. En ello está también la Yihad islámica y se cierne, desde lejos, la sombra de Irán.

No toda la población judía está a favor de los ataques indiscriminados sobre Gaza. La izquierda judía y hasta partidos que colaboran en el mismo gobierno que Netanyahu han mostrado sus reticencias. Hay quien opina que el objetivo de la ofensiva es debilitar el proceso de colaboración que se había desarrollado entre la ANP y Hamas. El problema no es sólo geopolítico. El presidente Obama tenía como objetivo pacificar la zona y a ello dedicó los mayores esfuerzos diplomáticos sin conseguir el menor éxito. Kerry viajará a la zona para lograr algún tipo de tregua. Los factores desastibilizadores en Oriente Medio son varios. Los países viven una ebullición que va de las cuestiones nacionales, como la kurda, a las de las diferencias religiosas entre suníes y chiíes. Israel figura como el más sólido bastión del occidentalismo y sus lazos con las fuerzas económicas europeas y estadounidenses le convierten en un árbitro. Pero las razones morales por la desproporción de las represalias hacen tambalear la fidelidad de sus aliados. Gaza constituye una demostración de la incapacidad de los líderes occidentales para evitar tales derramamientos de sangre. Porque son mujeres, niños y ancianos las víctimas inocentes de una lucha cruenta contra un terrorismo de escasa entidad. La mayor parte de los palestinos preferirían vivir en paz. Algunos de ellos lo hacen en Israel y aunque gozan de derechos padecen el expansionismo israelí. Tardará en llegar una solución a un conflicto con tanta carga histórica puesto que el terrorismo no puede combatirse con la guerra. La desproporción entre las víctimas de ambos bandos no hace sino hacer germinar nuevos brotes.