Cristina López Schlichting
Habría que fusilaros
El lunes pasado en la Plaza de Cataluña, el valiente reportero de TRECE Marco Chiazza y yo fuimos amenazados de muerte por una pareja de viandantes –un hombre y una mujer de unos 35 años– que nos vieron transmitir. «¡Manipuladores!» gritaron y, se acercaron para increparnos y añadir que se nos debía fusilar. He vuelto de Barcelona con muy mal sabor de boca. Aunque al principio estuve en un hotel, después me trasladé a casa de unos amigos. Me pedían que bajase la voz con los comentarios políticos en la escalera. Cuando se producían las caceroladas de las diez de la noche cerrábamos la terraza, no nos fuesen a oír los vecinos de la «estelada» en el balcón. En Cataluña mucha gente piensa que se están haciendo listas de «butiflers», de traidores. El día de la huelga los taxistas tuvieron que quedarse en casa por miedo a los piquetes y las tiendas del centro tuvieron que cerrar. Tengo varios conocidos que han sacado su dinero del banco, por miedo a un corralito. Ahora lo conservan en casa. Los compañeros de trabajo se han peleado, se han roto relaciones familiares, se han partido y silenciado grupos de whatsapp.
Me dice el gran Leopoldo Abadía, que vive en la Ciudad Condal, que lo peor es la siembra del odio. Chicos que se pegan en las calles. Consignas asesinas. Unidades ciudadanas de autodefensa. Todo se puede hablar, los tiempos cambian y las formas de gobierno también, pero cosificar al otro hasta convertirlo en un gusano susceptible de ser aplastado es muy peligroso y ha sido el preámbulo de los peores momentos de la Historia. Es necesario seguir a los escasos grandes hombres, los menos malos de entre nosotros, y contribuir a recuperar el respeto de unos por otros.
La prioridad es en estos momentos evitar la sangre. No volver por los derroteros de la guerra civil. Sé que muchos se me echarán encima. El Gobierno de la Generalitat está protagonizando un golpe de Estado y la ley ha desaparecido. A pesar de ello creo que la intervención del Rey ha servido para poner de relieve la gravedad de la situación, incluso ante los golpistas. ¿De verdad merece la pena repetir las páginas más tristes de la Historia? Por Dios, que alguien pare esto. Me ha gustado la propuesta del escritor Lorenzo Silva: renuncia a la sedición, indulto, negociación para la reforma constitucional y consulta popular en Cataluña.
Si hace diez años, qué digo, si hace diez días me dicen que yo escribiría que estoy dispuesta a aceptar un referéndum sobre Cataluña, me hubiese hecho cruces. Hoy no. Estoy horrorizada del odio que veo. No quiero muertos. Es necesario que los mejores empiecen a tender puentes donde los peores han roto toda conexión. Cataluña ha cambiado, seguramente por la enseñanza nacionalista y los medios de comunicación propagandísticos, pero lo cierto es que muchos quieren separarse. Estoy convencida sin embargo de que, bien explicada la cosa, la mayoría votaría no. Los imperios y los países pasan, pero una vida es eternamente preciosa.
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