Reyes Monforte
Haciendo números
Nadie elige el lugar del mundo donde nace, por lo que nadie decide si en ese punto del universo habrá una nevera, una despensa o un supermercado del que poder alimentarse o si tendrá que conformarse con amanecer cada mañana en busca de alguna raíz. Debe ser por esa razón de mera estrategia geográfica por la que a los que nacemos a este lado del planeta Tierra nos dan una calculadora para contar las calorías, mientras que a los que lo hacen al otro lado se les deja claro desde el principio que deberán apañárselas con los dedos de sus manos porque, aún así, les sobrarán para sumar y restar los alimentos que se llevarán a la boca.
Los afortunados, los que estamos a este lado del globo, al que solemos calificar como «primer mundo», hacemos cálculos para contar el número de carbohidratos o la cantidad de omega 3 de los alimentos. Al otro lado, donde la realidad alcanza toda su crudeza, esa que muchas veces observamos impertérritos como si fuera una imagen más de las muchas que escupe la televisión, hacen otros números y las cuentas no les salen. Más de mil millones de toneladas de alimentos, equivalentes a una tercera parte de la producción mundial, son despilfarradas cada año por valor de 750.000 millones de dólares. Con un cuarto de esta cantidad se podría alimentar a las 842 millones de personas que sufren hambre en el mundo.
Definitivamente, los números no nos salen a todos igual. Quizá, si volviéramos a contar con los dedos, las cuentas nos saldrían mejor y el resultado sería más satisfactorio. Por no hablar de lo que nos ahorraríamos en pilas y baterías.
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