Julián García Candau
Hazaña malaguista
Un gol legal anulado levantó los ánimos de los malaguistas. Tuvo que ser el árbitro quien llenara de estupor a la grada. Hubo penalti a Baptista y gol legal de Saviola en la misma jugada. El señor Rizzoli anuló el tanto. Los malaguistas se rebelaron contra el infortunio arbitral y enderezaron el rumbo de la eliminatoria. Esta decisión los encorajinó y decididos a buscar la diana la hallaron en disparo de Isco. La pelota rozó levemente en el pie de un defensor y entró por la escuadra. Fue el premio a los minutos en que el equipo se convenció de que el Oporto era vulnerable. Después, en saque de esquina, Santa Cruz logró el segundo y con ello el pase a cuartos de final, eliminatoria en la que los malaguistas se pueden enfrentar, entre otros equipos, a Real Madrid o Barcelona.
Málaga y Oporto plantearon el partido a cara de perro. Rapidez en las contras, aunque sin remate final, entradas en ocasiones demasiado duras, juego muy trabado y los porteros en su lugar y descansando porque no se les apretaba. Los portugueses manejaron mejor el balón y dieron impresión durante muchos minutos de superioridad. El Málaga no controlaba la pelota y no daba más de dos pases seguidos. El primer disparo a gol lo lanzó Joaquín y sin buena dirección.
Joaquín no encontraba la llegada al área y Baptista acusaba los muchos meses sin jugar porque corría, pero sin que su presencia fuera determinante. Tuvo que ser Antunes, pasada la media hora, quien probara al guardameta portugués. La expulsión de Defour la acusó el Oporto. Pero más todavía, la mayor conexión del juego malacitano en el que Isco se creció y ello fue causa de que los portugueses tuvieran que defender más que atacar, cosa que con mucho mérito hicieron hasta el final.
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