Julián Redondo
Helados en Zorrilla
Escribió José Zorrilla que los españoles nos creemos buenos y aptos para todo y nos metemos a lo que no sabemos. Más de un siglo después, su pensamiento no pierde valor, con las debidas excepciones. Cuando Cristiano Ronaldo torció el gesto y pidió el relevo, Sergio Ramos decidió creerse bueno y apto para defender y para rematar y salió de su área para meterse en la del Valladolid, acuciado por una clasificación que le empuja a Segunda, pese al socorrido empate. Sergio ordenó a su defensa avanzar hasta el centro del campo y a los diez minutos ensayó una chilena. A los 25, cabezazo salió despeje y a los 35 lanzó una falta con que dobló la mano a Jaime. El 0-1 mantenía al Madrid en la lucha por el título de Liga y alimentaba en «SR4» al rematador que lleva dentro.
Dedicó el tanto a Cristiano y al recién nacido Sergio. Al central le preocupa la salud de su compañero casi tanto como a él. Ronaldo, que ha sufrido recientes molestias en el tendón rotuliano y en el bíceps femoral, que quizá ha forzado la reparición para seguir estableciendo marcas interestelares, antes de entrar en el banquillo descargó su rabia con un puñetazo en la techumbre. Estaba lejos de imaginar el gol de Osorio, un cabezazo que rozó en Illarra y que el talismán Casillas, en la única pelota que llegó a su portería –medio tiro, un gol–, no pudo detener. Este resultado aleja indefectiblemente al Madrid del «triplete» y, salvo desastre dominical de Atlético y Barcelona, el objetivo inexcusable es la Liga de Campeones. No hay otro.
Lo que urge ahora es recuperar a Cristiano; sin él y sin Alonso, ante un rival tan incómodo, intenso y correoso como el Atlético, la penitencia es demasiada y excesiva la renuncia. Hay que cuidar a Ronaldo, por mucho empeño que ponga Ramos en contradecir a Zorrilla, que dejó helado al madrisimo y echó por tierra la teoría de quienes, metidos en el papel de adivinos, aventuraban en su campo un triunfo del Madrid.
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