José María Marco
Herederos del PSOE
Pablo Iglesias ha hablado en Barcelona y ha causado sensación. En Francia o en Italia nadie prestaría atención a las estupideces que sueltan los Beppe Grillo o los Le Pen de turno sobre asuntos de política nacional. Aquí, en cambio, las del compañero Iglesias consiguen un eco inmediato y desaforado. Está la novedad, sin duda. Hasta ahora los electores españoles parecían previsibles y sensatos hasta el aburrimiento. Relacionado con esto, está también el gusto por lo que Arriola llamaría la «frikilogía», que antes se denominaba «teratología»: la ciencia que estudia los monstruos. Y está, sobre todo, el hecho de que Pablo Iglesias plantea un desafío de fondo a la izquierda tradicional: a la extrema izquierda institucional española (es decir IU), al PSOE, a ERC y ahora también, por lo que se ve, a la extrema izquierda institucional del nacionalismo catalán, es decir las CUP. A Iglesias le va a resultar muy difícil salir del gueto de la izquierda... a menos que se atreva a sacar a pasear la bandera nacional española, con o sin escudo constitucional. En cambio, puede hacer estragos en el variopinto reducto de la izquierda si maneja con cuidado los equilibrios, en este caso las sutilezas entre la disposición favorable a la autodeterminación, la negativa a la segregación de Cataluña y el carácter plurinacional de España. (No saldrá alguna vez una izquierda española un poco jacobina, aunque sea para variar...) ¿Qué es lo que le distingue del PSOE, y más en particular de Pedro Sánchez? Su libertad de movimientos –lo que se llama también frescura– algo más (no mucho) de demagogia y una cierta sentimentalidad del mensaje, con una evocación un poco nostálgica de alguna forma de idea nacional. Aquí está, probablemente, la clave del éxito. Sorprenden las tragaderas de gente que tiene acceso a toda la información del mundo, se imagina escéptica y presume de no creerse nada, en particular nada que venga de los políticos... ¿Se figurarán que Pablo Iglesias es un zombi? El caso se entiende mejor si se observa que entre el PSOE y Podemos no hay exactamente una ruptura, aunque tampoco haya continuidad. Hay una afinidad espiritual, una similitud de actitudes, una actualización del mensaje en tono modernillo y como radical. En realidad, la gran novedad de lo que dijo Pablo Iglesias en Barcelona con respecto a lo que los socialistas han dicho antes es, sobre todo, la referencia a España. Los socialistas empiezan a parecer unos aprendices.
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