Ramón Tamames

Hidrohostilidades

La Razón
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Hay muchas previsiones, más o menos fundadas, en el sentido de que con la creciente población humana, que tiene un consumo per cápita cada vez mayor, se plantearán lo que ya algunos denominan «las guerras del agua». Para ilustrar esos pronósticos, se cita lo que ya está pasando entre Israel, Palestina, Jordania y Siria; a propósito de las aguas que fluyen entre los Altos del Golán y el Mar Muerto. Cuestión en la que los judíos han asumido un protagonismo más que controvertido.

Algo similar está empezando a suceder en el caso del Tigris y del Éufrates, cuyas cabeceras están en Turquía. Su gobierno ha acometido grandes planes de embalses y regadíos, que causan preocupación aguas abajo, en Irak. Y lo mismo cabe decir, en el continente africano, del Nilo; del que depende toda la vida de Egipto, que podría verse afectada por actuaciones de Etiopía, Sudán (Norte y Sur), e incluso Uganda, que están interesándose en retener gran volumen de los recursos hídricos del río más largo del mundo.

Pero quizá el área más conflictiva en el futuro será la que tiene por centro el macizo del Tíbet. De cuyos glaciares fluyen las aguas que abastecen a Pakistán (Indo), India (Ganges), Bangladésh (Brahmaputra), Myanmar (Irawady). Siendo el caso más problemático el del Mekong, que tanta importancia tiene para toda la península de Indochina (Vietnam, Laos y Camboya).

La República Popular necesita cantidades ingentes de agua, pues sus ríos propios, que también fluyen del macizo del Tíbet y que riegan el sur del país (Yangtsékiang) y el norte (río Amarillo), están en curso de no dar ya abasto a las necesidades de consumo humano, riego y navegación. De ahí el interés chino de embalsar aguas de los ríos antes mencionados de su frontera sur, con grave inquietud de los países ya citados.

Todo lo anterior pone de relieve la necesidad acuciante de encauzar los potenciales conflictos, cuando todavía son posibles acuerdos razonables.