Política

Restringido

Hoy soy de «Charlie», aunque no me guste «Charlie»

Hoy soy de «Charlie», aunque no me guste «Charlie»
Hoy soy de «Charlie», aunque no me guste «Charlie»larazon

Con la brutal matanza en la redacción del satírico semanario francés, que ha conmovido a Francia y a todo el mundo civilizado, es un deber moral y una necesidad casi física expresar la plena solidaridad con «Charlie Hebdo», con su director muerto y sus redactores, vivos y muertos, en este momento crucial, aunque la habitual provocación irrespetuosa, libertaria y con frecuencia injusta de sus dibujantes contra los sentimientos y símbolos religiosos no sea de mi agrado y me parezca, cuando menos, discutible. Como escribe David Brooks, si los periodistas de «Charlie», aclamados hoy como héroes de la libertad, hubieran intentado publicar su periódico satírico en cualquier campus universitario estadounidense, no habría durado ni treinta segundos; habría sido acusado de incitación al odio. Pues eso. Pero no es el momento de establecer límites a la libertad de expresión, ya habrá tiempo de afinar en este controvertido campo, sino de defenderla con uñas y dientes ante la barbarie del terrorismo islámico, que ha regresado a la Edad Media, si es que alguna vez la superó, y que amenaza a la civilización occidental. Es lo que toca. Haciéndolo desde la disconformidad con la oportunista exaltación de una determinada línea editorial radicalmente laicista y provocadora, demuestro que, en este pleito interior, prevalece en mí, sin ningún titubeo, la defensa de la libertad, base de la convivencia civilizada. «Por la libertad se debe aventurar la vida», dice Cervantes. Ellos la han aventurado y la han perdido, por lo que merecen el respeto de todos y nuestro más encendido homenaje. «La libertad de expresión –escribió Francis Bacon, coetáneo de Cervantes y Shakespeare– incita y excita a un nuevo uso de la misma libertad, con lo que contribuye considerablemente al conocimiento del hombre». De eso se trata.