Carmen Enríquez
Humildad en segunda fila
Está claro que al Rey Juan Carlos –rey emérito le llaman en la otra orilla del Atlántico– no se le caen los anillos por asumir una tarea que antes desempeñó su hijo en las casi dos décadas que ejerció de forma exclusiva su papel de heredero de la Corona española. Quizá a cualquier otra persona de tan alta condición, como es la de haber sido jefe del Estado y primera autoridad de su país, le hubiera parecido que representarlo en la toma de posesión del presidente de una gran nación como es Colombia era asunto menor y lo hubiera rechazado.
Pero el Rey Juan Carlos, al aceptar esta nueva tarea sin ningún tipo de reserva, ha demostrado de nuevo su sencillez y falta de altanería, al tiempo que ha dado un ejemplo de humildad a todos los que no saben pasar a una segunda fila después de haber ocupado la primera durante cuatro décadas fundamentales para la historia de España.
Fuentes del Palacio de la Zarzuela han afirmado que no puede interpretarse como un precedente para el futuro la tarea de representación que Don Juan Carlos ejerce estos días en Bogotá y que vaya a ser, de forma habitual, una actividad institucional propia para el anterior jefe del Estado. No sabemos si es el padre del actual Rey el que tiene ciertas reservas para asumir al cien por cien esa tarea o es el Gobierno español el que prefiere dejar la decisión en el aire y esperar a cada ocasión para determinar quien asume la representación del Estado en las tomas de posesión de los mandatarios iberoamericanos.
Lo que está claro, en todo caso, es que ha sido un gran acierto que sea el anterior monarca el que haga este trabajo, dado el prestigio y la relación privilegiada que tiene Don Juan Carlos con los dirigentes políticos de la América de habla hispana. Algo que es fruto de sus esfuerzos y que se ganó a pulso en sus casi 40 años de reinado.
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