Pedro Narváez
Iglesias enseña los dientes
En el último momento los dioses evitaron el colapso financiero de Grecia. Aparecieron como un «deus ex machina» al final de la representación de la tragedia igual que Bruce Willis en «La jungla de cristal». Lo de Atenas será no obstante una ruina en diferido. Han tapado una grieta en un terremoto, una tirita en un accidente mortal... Las bolsas viven la euforia con respiración asistida. Tsipras, el hombre que iba a cambiar Europa, ha pulsado el botón de su autodestrucción mientras intenta convencer a los que prometió lo que una persona decente no debe prometer: lo que no puede cumplir a sabiendas. Pablo Iglesias, al otro lado del espejo de su amigo Tsipras, también intenta vender que se trata de un buen acuerdo una vez que el país ha perdido unos 40.000 millones en depósitos bancarios, una buena tajada del PIB. Trasladada a España, la cifra sería mareante. Como el héroe griego que acabó en villano, Pablo Iglesias ya no tiene caballo de refresco. Sigue con el mismo discurso, mintiendo a sabiendas. Sabe que entre los que él llama gente hay quien quiere como en la copla que le digan que le quieren aunque no sea verdad. Iglesias será algún día víctima del desengaño. Para que no se note que de alguna manera pone los cuernos al electorado, al líder de Podemos le incomoda que unos periodistas le instalen, como hacen con todos los políticos, en el brete de tener que explicarse. En la entrevista del martes en TVE nos miraba cada vez con más enfado, prestos los dientes a cobrarse una pieza. Y en vez de responder repreguntaba, como un general al mando de un pelotón de fusilamiento informativo. No puede saberse que al final del camino de baldosas amarillas el mago de Oz es un fraude al que hombres de buena fe han confiado su destino.
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