Carlos Rodríguez Braun
Impuestos a la baja
Tal como era de esperar, la relativa mejoría de los datos económicos y el avistamiento del horizonte electoral han animado las propuestas de reducción de impuestos, destacando en primer lugar las autonomías gobernadas por el PP. La oportunidad de la estrategia es visible en la descomposición que ha generado en la izquierda, que se ha apresurado a descalificarla con la habitual cantinela de que favorece a «los que más tienen», como si socialistas y comunistas se esmeraran en proteger a los que tienen menos. Dirá usted: bienvenidas sean tales iniciativas, más vale tarde que nunca. No cabe duda de que es bueno que los políticos dejen de subir los impuestos y muy bueno que empiecen a bajarlos. Dos dudas, empero, permanecen. De una parte, la supuesta mayor corresponsabilidad fiscal no queda clara, porque las reducciones de impuestos se plantean en un contexto donde la mayoría de los euros que gastan las autonomías (el panorama municipal es diferente) siguen siendo euros transferidos por el Estado. De ahí las broncas en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, los victimismos, los agravios comparativos, las herencias recibidas, y los crípticos tiras y aflojas por aquello que más ansían los políticos: el dinero ajeno, y en especial el dinero que cobra uno pero recauda otro. El apego del PP a mantener el Estado del Bienestar impide realmente que las rebajas fiscales sean significativas, lo que también valdrá para cuando el Gobierno acuda con el mismo mensaje, que llegará más pronto que tarde. Una economía golpeada por varios años de castigos tributarios, con una política fiscal que no ha acabado con el déficit y que a cambio ha engordado la deuda pública por encima del PIB, se encamina lentamente hacia la recuperación. La bajada de impuestos ayudará tanto más cuanto más profunda sea, y no parece que lo vaya a ser mucho. Dirá usted: menos da una piedra, y en particular una piedra de izquierdas. Y es verdad.
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