Martín Prieto
Independencia «por collons»
Tienen fama los catalanes de inocentes escatológicos y, así, no falta un «caganet» ni en el portal de Belén de estas fechas. Acaso por ello, entre 500 años de Historia falsificada hasta un cómic y una Constitución que probablemente votó favorablemente en su día el propio Artur Mas, la minoría independentista del Parlament ha puesto fecha ilegal a una consulta ilegítima sobre una independencia fraudulenta. «Por collons», que es la versión del secesionismo catalán del derecho a decidir. Hay que admitir que es una machada intelectual no tener escaños para reformar el Estatut y tener voluntad política de saltar olímpicamente sobre la Constitución española, que tan generosamente autonomiza Cataluña como no lo hizo la II República. Manuel Azaña, que acabó abominando de la pasividad catalana en la defensa republicana, se habría sorprendido de lo lejos que llegaron nuestros constituyentes sosteniendo el autogobierno del Principado. Mas, que es otro «caganet», figura lateral y de maneras obligadamente cómicas, ha interiorizado el derecho a decidir, como última frontera de la democracia, en compañía de una reducida fauna que va de Oriol Junqueras (que profesa la Historia Contemporánea que nunca existió) hasta Pilar Rahola, pasando por franquistas redimidos por la edad. Igual que no existe en la Unión Europea Constitución alguna que admita la independencia de sus partes nacionales (ni Bélgica), el derecho a decidir no existe en la jurisprudencia internacional, a menos que se confunda con la descolonización del pasado siglo, y no parece que los catalanes sean negros sujetos al látigo esclavista del Reino de Aragón. La última ocasión que en España se libró el derecho a decidir la protagonizó el teniente coronel Antonio Tejero violando a tiros el Congreso. «Por collons» lo único que se consigue es el amedrentamiento de los matones, la cárcel y el ridículo. A esta conjunción de compañeros mártires hay que darles el beneficio de la duda y suponer que traman algo menos testicular. Retrasando un año su consulta se aproximan al referendo escocés, pero les resultará negativo. Convergencia i Unió (especialmente la primera) ha puesto el intermitente de ERC, a la izquierda, para avanzar por la derecha. Aunque el secesionismo catalán no sea historicista sino victimista, sabe que no correrá la sangre por las Ramblas y que lo peor que le puede ocurrir a Mas es que le inhabiliten. Llegados a la insumisión, recordarán que la Policía del Estado en Cataluña son los Mossos de Escuadra. El único peligro que corren los catalanes es que estos iluminados usen el año de reflexión que se han otorgado para rajar la Constitución en un federalismo asimétrico de papel maché, que la dejará inservible para todos. La división de la sociedad catalana será para todos los españoles. No hay peor político que el que escinde y hace florecer los problemas que no existían. Pero ¿de dónde se ha sacado la derecha catalana del «seny» a un personaje como Artur Mas, digno de la subjefatura de planta de unos grandes almacenes?
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