Fútbol
Iniesta
Claudio Borghi, campeón del Mundo con Argentina en 1986, define así a Iniesta: «Verle jugar es como un sueño erótico; no quieres que termine». Iniesta, 32 años, finaliza en 2018 el viaje con su equipo de toda la vida, y no sabe si lo prolongará una o dos paradas más. Tal vez ninguna. Hay reticencias en las negociaciones por parte del club; remilgos que no se tienen con otros compañeros de equipo que carecen de su calidad, brillantez, talento, elegancia, entrega absoluta y magia. Cobra 12 millones de euros por temporada, menos de la mitad que Neymar, la tercera parte de lo que le van a ofrecer a Messi, y no quiere rebajar el caché.
Iniesta, ese futbolista que emociona a Fernando Torres cuando le ve jugar, el que se llevaría Silva al City, es «el líder silencioso» (Sergi Noguera) y subliminal; si no está, Messi es menos Messi y el Barça, menos equipo. «Pasan los años y sigue repartiendo caramelos» (Rijkaard); pero no tiene el Balón de Oro, lo cual indigna a gente del fútbol tan dispar como Alves o Menotti. No le concedieron el trofeo ni cuando acumuló todos los méritos posibles: ya había ganado dos Champions, cuatro Ligas, una Eurocopa y el Mundial con su firma, el gol de la final. Pero en Suazilandia, Polinesia, Singapur, Bali o Thailandia se ven los goles de Messi y de Cristiano, no las jugadas de Iniesta, quien, según Juanma Lillo, «es todo un equipo en un futbolista, el mejor. Messi y Cristiano juegan a hacer jugadas; Iniesta juega al fútbol».
Admiradores al margen, lo malo es que Andrés se nos hace mayor y cada sucesor que le buscamos encoge comparado con él. No se ha podido clonar a Xavi ni calcar a Iniesta, compañeros de Messi en el Barça que al no poder jugar con Argentina limitaron el poder de la albiceleste a la esencia de Leo, insuficiente. Pero ésa es otra cuestión, acaso irresoluble. Lo que tiene solución es valorar a ese chaval de Fuentealbilla que creció en La Masía y continúa haciendo mejor al Barça. Valor.
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